Contratado como guardaespaldas por sus habilidades forjadas en un pasado turbio, John Creasy, amargado y bañado en alcohol, sólo quiere ver pasar cada uno de los días sin demasiadas complicaciones. Limitarse a mantener al margen las emociones personales, a que la familia de un adinerado mejicano no sufra el acoso que padecen muchos de sus vecinos por parte de la mafia del país.
No obstante, antes de que la niña a la que protege le sea arrebatada, en un dilatado proceso de reencuentro, llegará a descubrir sentimientos olvidados gracias a su compañía. Después su ciega ira le hará ir contra todo aquel que se cruce en su camino hacia la venganza. Aunque allí el espectador ya no acompañe.
Llama la atención que con el mismo guionista de Mystic River y con un director generalmente solvente como Tony Scott (desde Top Gun hasta Spy Game) el resultado adolezca de tanta languidez y no se sepa encontrar la forma necesaria de justificar las actitudes de los ahí presentes. Denzel Washington, uno de esos escasos actores que tiene el mérito de haber situado su nombre en lo más alto para dedicarse a golpearlo una y otra vez en una complicada selección de los peores papeles posibles, es aquí una marioneta confusa que siente mucho sin sentir nada. El reflejo de su infierno personal, dista mucho de provocar empatía al espectador, con aburrida borrachera quejumbrosa por la vida, que ni las psicodelias ocasionales de Scott llegan a contagiar al espectador. Su dolor se pierde como tantas otras cosas cuando éste empieza dando planos de modernidad cercanos al videoclip, para luego irse por los vacíos redundantes, cámaras lentas, cortes rápidos y otras tantas herramientas más que no cumplen con su función cuando el tiempo se ha convertido en el principal enemigo.
Empleado sin mesura en formar una unión entre el guardaespaldas de vuelta de todo y la niña inocente feliz de la vida, ni despierta compasión ni cariño, y cuando tiene lugar ese hecho anunciado que no por más retrasarlo llega a sorprender, no hace surgir la rabia que pretende un guión marcado por frases chulescas. Las implicaciones mafiosas, la corrupción policial, la chusma barriobajera sin control y los adinerados desprotegidos conforman unos elementos dispuestos para un desarrollo sin criterio en el que podía haberse hecho mucho más y en mucho menos metraje. Sin embargo, cuando la anunciada fogata vengativa llegue, las cabezas estarán demasiado hundidas en la butaca para levantarlas y preguntarse qué sucede al final. Denzel Washington estará más cerca de ese secundario autodestructivo llamado Mickey Rourke que aquí repite con su acostumbrada función decorativa; Tony Scott por su parte quedará más lejos de su propio apellido.