Quizás sea una obra que se agrande con el tiempo, siendo ahora una inmensa lección.
Una de las señas de la identidad cinematográfica del director iraní Abbas Kiarostami es ofrecer obras concebidas mediante la metalingüística del cine y del arte. Siendo éste su más notorio rasgo, no es de extrañar que ahora vuelva con otro ejercicio que conjuga el multilenguaje y el experimento fílmico-narrativo. Con Copia Certificada, parece querer abrirse definitivamente a un público eminentemente europeo, no en vano, los cimientos de este retrato poliédrico descansan sobre un escritor inglés de mediana edad, una galerista francesa de arte y el paisaje de una villa de la Toscana italiana.
Juliette Binoche recibió el Premio a la mejor actriz en el pasado Festival de Cannes por su compleja deconstrucción de un personaje que son muchos a la vez, mientras que el filme acaba de conseguir la Espiga de Oro en Valladolid. Queda claro, pues, que la voluntad europeísta de Kiarostami ha dejado ya una huella en el cine de autor.
Copia certificada se halla construida mediante una sucesión infinita de primeros planos fijos dedicados a los únicos elementos que tenemos en el filme, un hombre y una mujer enmarcados en un contexto incomparable. La acción –si podemos acertar a llamarla así- arranca con un encuentro aparentemente fortuito de ambos, que decidirán pasar juntos las horas siguientes. Su planteamiento recuerda directamente a aquel díptico de Richard Linklater, Before sunrise/Before sunset donde dos jóvenes apuestos pasaban unas horas juntos, deambulando por capitales europeas afortunadamente bellas.
Pero las similitudes formales terminan ahí. Estamos delante de una maniobra irresoluble que puede tener tantas lecturas como espectadores la atiendan. Los dos ejes neurálgicos de este juego, el hombre y la mujer, interiorizarán roles variables, arbitrarios e insólitos como si estuvieran interpretando infinidad de obras en una sola, logrando un desmedido juego de espejos y tiempos que desafía toda convención. Sin embargo, la propuesta desvela una insólita coherencia.
Estamos pues ante una obra absolutamente discursiva que dedica su metraje a dilucidar doctrinas sobre el arte, la creación y la mímesis. El poder de esta pieza reside en sus diálogos. Kiarostami propone una lección intelectual sobre la naturaleza del matrimonio y del amor, acercando ambos conceptos a la categoría del arte a través de la copia. En efecto, la copia es la piedra angular, o lo que viene a ser lo mismo: el recuerdo.
Copia certificada podría ser una clase magistral de narración, de caracterización, de cine y de arte o de psicología de pareja. Por eso, apasiona y decepciona a partes iguales. Apasiona por tratarse de uno de los engranajes alegóricos más rupturistas de los últimos tiempos aunque causa desgana por tratarse de un producto en exceso minimalista. Pese a ello, el malabarismo de sus infinitas interpretaciones la hacen merecedora de más de un visionado. Quizás sea una obra que se agrande con el tiempo, siendo ahora una inmensa lección.