Una escritura caótica que se traduce en una narración que salta sin previo aviso de una secuencia a otra.
Agnosia es la incapacidad para acceder a la estructuración perceptiva de las sensaciones visuales. Sentimiento que compartirá el espectador momentos después de haber asistido a la proyección del segundo trabajo de Eugenio mira, con ese mismo nombre. Porque sí, la enfermedad sufrida por nuestra protagonista Joana (una acertada Bárbara Goenaga) traspasa la gran pantalla contagiando al espectador la ausencia de señales perceptivas de la realidad. Con un guión tan poco afortunado como el escrito por Antonio Trashorras, Agnosiaconvierte su variedad temática -¿thriller?, espionaje industrial, trío amoroso, enfermedad de improbable cura- en un filme inclasificable, donde los intérpretes -y a la par el espectador- recorren las diferentes subtramas como si llevaran vendas en los ojos, palpando un camino extrañamente trazado sin posibilidad de concienciarse ante una realidad tan distorsionada.
Ambientada en la Barcelona decimonónica, eso equivale a poner todos los esfuerzos en la producción artística, obviando por tanto aspectos decisivos para llevar a buen término cualquier producción de enjundia. Así aboga de principio a fin por el recurso más artificioso, dejando a la cinta huérfana de verosimilitud desde los primeros compases. Se vislumbran ecos de hilos argumentales faltos de consistencia –la trama de espionaje cae por su propio peso en el más absoluto de los absurdos- motivo que provoca la escasa implicación de un elenco que no sabe muy bien por donde van los tiros (aquí la Goenaga se defiende, Félix Gómez aguanta, pero ¿dónde ha ido a parar Eduardo Noriega?). Así pues entendemos que Agnosia actúa como producto de adorno, es decir, provista de una ambientación cuidada hasta el extremo y exquisito vestuario, carece de otros elementos que la hagan mínimamente discernible.
Nuevamente, la situación es provocada por un libreto que pretende abarcar toda una galería de propuestas imposibles de llevar a escena. Una escritura caótica que se traduce en una narración que salta sin previo aviso de una secuencia a otra sin que la audiencia pueda descubrir el sentido de lo que se intenta contar. Únicamente se deja entrever con claridad la obsesión trasmitida por el personaje interpretado por Féliz Gómez hacia la joven Joana, sin duda las escenas que mejor salida tienen en esta amalgama argumental. El resto circula por un mar de confusión donde su pretenciosa puesta en escena choca brutalmente con una historia que hace aguas a las primeras de cambio.
Pasión, intriga, amor, misterio..todo esto pretendía atender , en cambio la carencia de todo ello solo produce indiferencia y algún que otro bostezo. Una de las cintas más prometedoras del año no supera la prueba (con el consiguiente varapalo en el festival de Sitges) así que habrá que esperar a probar suerte en otros terrenos menos tramposos.