No vamos a negar la previsibilidad del planteamiento del film, pero el camino a transitar se hace menos obvio que en otros productos similares.
Tras un éxito de crítica y público tan clamoroso como el de Resacón en Las Vegas, había bastante expectación respecto al siguiente paso cinematográfico a dar por Todd Phillips, director que hasta la fecha no se había mostrado tan inspirado en títulos como Road trip, Aquellas juergas universitarias o Starsky y Hutch, todos ellos dentro de un género –la comedia gamberra– que anda muy necesitado de pequeños hitos que lo levanten del letargo en que se halla desde hace varios años.
Salidos de cuentas conjuga con habilidad recursos habituales tanto de las road movies como de las buddy movies, presentándonos a dos caracteres muy contrapuestos que se ven obligados por las circunstancias a compartir un coche que les lleve a sus respectivos destinos. Por un lado, Peter Highman (Robert Downey Jr.) es un arquitecto serio y arrogante que quiere llegar a tiempo a Los Angeles para asistir al nacimiento de su primogénito. En el lado opuesto de la balanza tenemos a Ethan Tremblay (Zach Galifianakis, ya presente en el mentado bombazo previo de taquilla de Phillips), un aspirante a actor que pretende desplazarse hasta la Meca del Cine para triunfar, pero cuya forma de ser se convertirá en espoleta para muchas de las estrambóticas situaciones que experimentarán los dos protagonistas.
Para quienes deseen realizar comparaciones con Resacón en Las Vegas, decir ante todo que estamos ante un tipo de historia distinto al que servía de motor a aquella, aunque el tipo de humor sea bastante parecido. Se alternan toques groseros con otros de pleno absurdo, pero ante todo se deja que las situaciones cómicas se vayan creando en gran medida gracias a las conversaciones excelentemente planificadas que mantienen entre sí los dos personajes principales. De ahí que sea vital que tanto Downey Jr. como Galifianakis cumplen sobradamente con su cometido, dándonos a dos caracteres adversos que nos van a guiar desde el primer minuto del metraje a través de un recorrido plagado de sonrisas, risas e incluso alguna que otra carcajada.
No vamos a negar la previsibilidad del planteamiento del film, pero el camino a transitar se hace menos obvio que en otros productos similares, y la acumulación de escenas simpáticas o divertidas logra regalarnos a los espectadores un puñado de momentos memorables que quedan en nuestro recuerdo unos cuantos días después de salir de la sala de proyección, algo poco habitual hoy en día dentro de un género donde en ocasiones parece que sólo Judd Apatow o los hermanos Farrelly sepan crear escenas célebres.
En resumidas cuentas, estamos ante una cinta sin demasiadas pretensiones –cosa siempre de agradecer, aunque la resolución no sea redonda al inclinarse por el azúcar fácil–, eficazmente resuelta y de relativa frescura, con bastantes cuerpos de ventaja sobre la inmensa mayoría de supuestas comedias que se facturan en la actualidad.