El personaje más a mano de todo escritor es obviamente él mismo, y así tenemos innumerables poemas sobre el oficio de ser poeta, obras de teatro en las que hay un dramaturgo, y películas en las que su protagonista es un escritor en ciernes o en la cumbre de su carrera. Hay mucho de mirarse el ombligo en esto y cuando no hay algo más es muy poco satisfactorio para el espectador. En Una mujer difícil, sí que hay algo más.
John Irving (El mundo según Garp, Las normas de la casa de la sidra) suele escribir novelas que quedan bien en pantalla. En este caso el merito de la adaptación es de Tod Williams, guionista y realizador de The Door in the Floor. El material de Irving es un curioso híbrido entre comedia y drama, una combinación que sospecho es más fácil de lograr en prosa que en un texto dramático. Williams consigue enebrar ambos elementos con total fluidez, generando un estado de animo contenido, sosegado, con fondo triste, y la sonrisa dispuesta a aflorar en la boca.
Cuando los personajes son inteligentes y sensibles se puede contar cualquier cosa. Hollywood ya no le cierra las puertas a ningún tipo de relación o de polvo con tal de que la historia sea buena. Las cabezas de Irving y de Williams funcionan tan bien que han superado cualquier instinto de censura remanente en la industria. Algunas escenas de esta película por si solas podrían resultar durísimas. Aquí pasan como la seda.
Una mujer difícil no hace un exhibicionismo del drama de sus personajes, lo va desenrollando poco a poco. Nadie levanta la voz, no hace falta tal cosa para aprehender el odio que habita a la pareja protagonista, totalmente desencajada por un desgraciado accidente. Jeff Bridges se luce una vez más, utilizando ese físico suyo entre varonil y grotesco y una mirada capaz de traslucir el calvario de su personaje. Kim Basinger brilla como una estrella con sus silencios. Elle Fanning, que interpreta a la hija de ambos, Ruth Collen, es de una sabiduría y fragilidad turbadora. Mientras que en la novela Ruth es la protagonista, aquí es un personaje secuendario, pero que funciona como el eje gravitorio de todos los demás. Es en torno a esta niña que John Irving y Tod Williams nos hacen sentir la importancia de los que no están.