Un abogado con inquietudes éticas, un ex-alcohólico buscando su segunda oportunidad, varios tiburones mordisqueando dólares alrededor, y como escenario, un crudo día neoyorquino de variadas confrontaciones. Este es el panorama de "al límite de la verdad".
Al límite de la estupidez, ambos-dos primeros personajes se enzarzan en una disputa cerril dónde cada uno tratará de dar lo mejor de sí mismo. Ben Affleck, con físico y cartera engordados para la ocasión (especialmente la cartera) hará lo posible por recuperar vitales documentos que Samuel L.Jackson (aumentando su variada filmografía) retendrá de acuerdo con una particular visión justiciera de paranoico en grado sumo.
Varios son los reproches que se podrían hacer, varias las escenas que cruzan el umbral que marca el título de la cinta, pero sí se pueden reconocer algunas virtudes a favor de Roger Michell, debutante en USA afamado con la producción británica Notting Hill: buena forma de cruzar ambas vidas; enfoques y tratamiento del tiempo que aligeran la experiencia; y un óptimo uso de actores rentabilizando al menor de los secundarios.
Maneja varios planos de interés, sin dejar que ninguno agonice más de lo previsible. Puede que el último tramo se convierta en una búsqueda permanente de algo más grande, de un fin que deje un trascendente sabor de boca, e incluso es más que posible que las reflexiones del infernal y condenado mundo de la abogacía estén algo trilladas. De todas formas, tampoco parece que nadie esperara encontrar aquí la película del año, y sin más prejuicios que los justos, la batallita mala-leche en la que se acaban metiendo sí tiene su intrinculis.