Testimonio de los inicios de la carrera de un grupo de cineastas que echaron mano de su ingenio, su intuición y sus medios para reflejar lo que les estaba pasando, sin dejar de divertirse.
Es tanta la fantasía y desconocimiento que hay alrededor de la industria del cine y sus métodos creativos y productivos en España que nunca está de más que se nos recuerde cómo puede sobrevivir un cineasta de vocación en este país. El realizador Chema de la Peña entrega su segundo documental sobre el cine español tras el necesario De Salamanca a Ninguna Parte (2002), donde ilustraba otro momento importante en la apuesta y análisis común de un grupo de cineastas españoles por sacar adelante sus proyectos en el contexto que les tocó vivir.
En esta ocasión, De la Peña se centra en las figuras de los cineastas Fernando Colomo y Fernando Trueba, sus comienzos, su colaboración y sus primeras películas como eje fundamental del cine español que conocemos hoy, aquel que se desperezó del corsé de la censura para empezar a retratar la España más liberada de la transición.
El ambiente político de la época sirve simplemente de contexto al testimonio en primera persona de ambos directores y otros protagonistas de la época como Imanol Uribe, Óscar Ladoire, Antonio Resines y Carmen Maura, aunténtica musa y cómplice de aquellos cineastas. A base de entrevistas y de un recorrido cronológico por las carreras de ambos, se realiza un retrato desenfadado pero fidedigno de lo que pasó con aquel grupo de amigos que sentaron las bases del primer cambio en el cine español de la democracia.
Fernando Colomo se graduó en la mítica Escuela Oficial de Cinematografía en la especialidad de Decoración, aprovechando sus conocimientos de arquitectura y los pocos candidatos en esta rama. Fernando Trueba, a pesar de sus deseos, no llegó a tiempo de matricularse en ella, ya que esta se cerró pasando los estudios de cine a la Facultad de Periodismo e Imagen, donde coincidió con Carlos Boyero y Óscar Ladoire, entre otros.
Ambos cineastas alimentaron su vocación más en las filmotecas que en las propias aulas, de las que incluso Trueba desertó al segundo año de carrera. Ver cuatro películas diarias no era infrecuente en ellos en aquella época, hambrientos como estaban por ponerse al día culturalmente en un país aún adormecido por su historia reciente.
Colomo abrió un cauce importante al conseguir realizar su primera cinta, Tigres de Papel (1977), no por la calidad de su estilo sino por las nuevas formas y personajes que retrataba, imagen de la época. Realizada con poquísimo presupuesto y la complicidad de cuántos participaron en ella, hasta la voz quebrada del mítico crítico Alfonso Sánchez entendió que aquel intento abría una puerta en el anquilosado cine español a una generación de cineastas verdaderamente joven.
Más tarde, Trueba conoció a Colomo en la calle, en el barrio donde vivían. Trabaron amistad y comenzaron a especular sobre la ópera prima de éste, a lo que Trueba siempre contestaba bromeando sobre la historia de un personaje que encuentra a su prima en la plaza de Ópera. Y así fue como, tras esbozar un guión en dos días con Óscar Ladoire, Colomo se lanzó a producir aquella locura, Ópera Prima (1980), que logró un gran éxito en España e incluso cierta repercusión en el Festival de Venecia.
Ya antes, Qué Hace Una Chica Como Tú En Un Sitio Como Éste (1978) marcaría la incorporación definitiva de Colomo a la profesión y las señas de indentidad de un modo de hacer comedia y cine cuyas referencias aún es posible encontrar en muchas películas nacionales hoy en día.
Chema De La Peña deja testimonio en este documental de los inicios de la carrera de un grupo de cineastas que, conscientes de la inexistencia pasada, presente y futura de una industria del cine en su país, echaron mano de su ingenio, su intuición y sus medios para reflejar lo que les estaba pasando, sin dejar de divertirse en ningún momento, logrando crear unas señas de identidad reconocibles.