El cine español, al contrario del americano, muy pocas veces se ha atrevido a utilizar temas de actualidad política en sus películas. Quizá a las productoras les de miedo resultar políticamente incorrectas justo cuando su financiación depende de los políticos. O quizá hayan preferido no meterse porque piensan que al público no le interesa. En cualquier caso, El Lobo demuestra que nuestra historia contemporánea es un material de primer orden para hacer una película, tan o más impactante que una conspiración en la Casa Blanca. Es posible que su forma de abordar el tema, dejando a tanto etarras como a la policia franquista a la altura del betún, cabree a simpatizantes de ambos lados. Pero El Lobo es una película, y aunque se base en hechos reales y la haya producido una empresa del El Mundo, no hay que valorarla como documental, sino como entretenimiento y fuente de emociones.
El Lobo también prueba de que ya no se nos resisten las películas de acción. Los tiros han mejorado una barbaridad en las películas españolas, merito en esta ocasión de los Estudios Picasso, con experiencia contrastada en rodajes en exteriores con persecuciones y armas de fuego (Policias, Hospital Central).
El guionista Antonio Onetti tiene mano con este tipo de escenas. Dramaturgo y guionista de televisión, ha alcanzado notoriedad con la adaptación de historias basadas en hechos reales (La serie Padre Coraje y la película Mar cerrado, un proyecto sobre las mujeres pescadoras del Palmar). Onetti aborda los proyectos con un amplio trabajo de documentación, incluyendo en esta ocasión una entrevista con el auténtico Lobo. La película adopta su punto de vista, y toma sólo su partido, no el de etarras o secretas.
Onetti escribe algunas escenas memorables, además de plantear una inteligente estructura. Su mayor defecto es haber amontonado tantos personajes planos, con mucho hijo de mala madre al que se le ve venir a la legua, sin relieve ni margen para la sorpresa. Hubiera dado mucho más juego dejar tanto al peor de los etarras como de los policías algún recoveco de humanidad. La película hubiera ganado grandeza, y si no recuerden Dias Contados. Tan incapaces de tener sentimientos son estos pistoleros que el guión se olvida de mostrar la relación personal de Mikel Lejarza con ellos (al margen obviamente, del personaje de Amaia, a la que se acaba tirando), por lo que resulta poco creíble que se gane su confianza y se infiltre en la cúpula etarra.
El director Miguel Courtois sabe sacarle rendimiento a un texto muy dinámico, realizando un filme muy potente visualmente con pocos momentos para la calma. Con todo no logra quitarse de encima el ramalazo teleserie de los estudios Picasso: una etarra (Mélanie Doutey) para dedicarle el cartel entero de los más buscados (hay que ver como le sienta el biquini), policias pegando metrallazos contra las botellas del bar, el director de la polícia secreta entrevistándose con su infiltrado en los lugares más inverosímiles...
A pesar de estos ribetes, la película se mueve y los actores imprimen su sello especial. El Lobo reúne a tres monstruos generacionales de la intepretación española: Santiago Ramos, José Coronado y Eduardo Noriega. Los tres encarnan a la perfección a sus personajes, elevando la dignidad de un producto que en sus momentos de rasante está a punto de confundirse con una teleserie.