Al humor involuntario hay que sumar una realización nerviosa que abusa de planos cerrados y de la cámara en mano.
Cómodamente instalada en un modelo de cine bastante característico –querencia por los géneros de terror y fantástico, realización que podría pasar por norteamericana, productos fácilmente exportables al mercado internacional–, la factoría Filmax nos ofrece en esta ocasión su particular punto de vista sobre una historia que ya inmortalizó para el séptimo arte William Friedkin en El exorcista (1973). Pocas dudas al respecto deja ese Exorcismus, denominación que se ha dado al dado al estreno que aquí nos ocupa para su comercialización fuera de España.
Emma es una adolescente que no soporta a sus padres ni a su hermano pequeño. Ante la sobreprotección familiar, la joven ansía liberarse y cambiar de vida. Pero un día comenzará a experimentar unos extraños ataques que sus padres atribuyen a problemas psicológicos, aunque Emma sabe que hay algo terrible en su interior que se está apoderando de ella.
Tras la más que discreta El último justo (2007), Manuel Carballo acomete su segundo largometraje sin más pretensiones que la de dar forma a un sucedáneo desganado de la cinta de Friedkin arriba mentada. Así pues, a una historia que ya casi nos sabemos de memoria –gracias a todos los títulos que siguieron la estela de El exorcista unos años después de su estreno– hay que añadir unas interpretaciones sencillamente correctas para intentar que nos creamos a unos personajes que son meras caricaturas, y que prácticamente están pidiendo a gritos convertirse en la siguiente víctima de la niña poseída.
Al humor involuntario que se crea con buena parte de los descacharrantes (y casi paródicos) diálogos hay que sumar una realización nerviosa que abusa de planos cerrados y de la cámara en mano, tratando de ocultar las obvias carencias de la historia o del presupuesto con que se ha contado. Por supuesto, no faltan los sustos poco trabajados con los subidones de música como aliados, ni un esperpéntico clímax final que hace bajar aún más enteros todo el cliché hecho celuloide que hemos ido presenciando hasta el momento.
En resumidas cuentas, una mala película de terror que espera hacer caja gracias a los espectadores de varios países que sean capaces de presenciar despropósitos como el presente sin pestañear y sin que les entre la risa (complicado será).