Un emotivo ejemplo de Historia transformada en historia.
A ningún espectador le es ajeno el hecho de que la innumerable cantidad de películas acerca del Holocausto y el nazismo en la Alemania de Hitler se debe a una preponderancia de capital y poder de origen judío en los mayores estudios de cine. También es cierto que se trata de una de las mayores tragedias recientes de la Humanidad, pero su abuso cinematográfico puede resultar excesivo e incluso deformante de una realidad histórica.
Aún siendo una película sobre el Holocausto, La Llave de Sarah presenta las suficientes variantes como para resultar de interés incluso para un espectador cansado del tema. La primera de ellas que la trama conductora de la película transcurre en nuestro tiempo. La segunda es que no trata el genocidio nazi de modo genérico, sino en el caso particular de una familia cuya hija esconde a su hermano en un armario para evitar la redada de judíos que la policia francesa llevó a cabo en París en 1942. Este encierro inhumano de cinco días en el velódromo de invierno hasta ser deportados a campos de concentración alemanes fue un lamentable suceso que parecía haber sido sepultado por la Historia, pero sobre el que incluso el presidente francés Miterrand pidió disculpas en un célebre discurso varias décadas después.
Sarah logró escapar de aquella redada con el único objetivo de salvar a su hermano del encierro donde lo dejó, pero el desenlace del suceso marcaría el resto de su vida, la de su familia y la de todos aquellos que la conocieron.
Basada en el libro homónimo de gran éxito de Tatiana de Rosnay, la cinta dirigida por el no muy conocido cineasta francés Gilles Paquet-Brenner va de menos a más y consigue enganchar con buena parte del público por su enorme carga emocional, debido sobre todo a la tremenda peripecia personal vivida por su protagonista y por la notable empatía que consigue la niña Mélusine Mayance en su interpretación.
Narrada en paralelo al hilo de la investigación de la periodista encarnada por Kristin Scott Thomas, la vida de Sarah se va desvelando desde la detención de miles de judios en el velódromo parisino, probablemente la parte narrativamente más débil del film, hasta descubrir qué sorprendentes implicaciones tiene Sarah en la propia vida de la periodista, ya en la época actual.
El espectador asiste de este modo a la narración del holocausto en clave íntima: en la historia concreta de una niña que no superó un suceso de la infancia, en la repercusión sobre la familia de agricultores que la acogió o la que vivió posteriormente en el piso donde se produjo la redada, en las consecuencias sobre sus descendientes e incluso en las decisiones íntimas que Julia, la periodista que descubre sus vicisitudes, toma tras conocer los hechos.
Un emotivo ejemplo de Historia transformada en historia, la justificada necesidad de conocer nuestros ancestros y las motivaciones que movieron sus vidas para reconocernos a nosotros mismos.