Su lucha con la verosimilitud le resta enteros.
Un matrimonio norteamericano con un hijo ve cómo su existencia da un vuelco cuando la madre es encarcelada y condenada a veinte años de prisión por un asesinato que supuestamente no ha cometido, pese a todas las pruebas en su contra. A partir de ahí el padre de familia, convencido de la inocencia de su esposa, no cejará hasta lograr que ella salga de la cárcel. Si hace falta, una vez agotados los medios legales a su alcance, habrá que echar mano de alguna solución más directa, con los consejos de un experto en fugas.
Los próximos tres días es un thriller que juega a no serlo. La explicación es simple: el premiado Paul Haggis (Crash, En el valle de Elah) nos sumerge en la rutina de un protagonista que se ha visto privado de su amada y que es consciente del trauma que la ausencia de la madre provoca en su único vástago. Todas las salidas que la ley ofrece para que su mujer pueda librarse de la cárcel resultan inútiles, y ante una existencia tan deprimente acaba aplicando sus habilidades para dar pie a una fuga no perfecta, pero que al menos permita restablecer la normalidad del entorno familiar.
Pese a lo que podría deducirse a partir de aquí –y a todo lo que hace presagiar y/o destripa el tráiler, una vez más a evitar–, el padre a quien da vida Russell Crowe no se torna despiadado vengador de puntería infalible, sino que asistimos a sus numerosas meteduras de pata y demostraciones de inexperiencia antes de que por fin logre encarrilar sus energías e intente llevar a buen puerto su difícil tarea. De ahí que las escenas de acción no abunden, y que estemos más bien ante un drama familiar con toques de thriller casi forzados por las circunstancias.
Haggis encara este remake de la francesa Cruzando el límite (Fred Cavayé, 2008) con bastante parsimonia en toda su primera mitad, queriendo otorgar un cierto empaque de autor a una historia que tampoco deja de ser un argumento de suspense y tensión algunos puntos por encima de la serie B, pero sin mayor trascendencia cuando nos ponemos a analizarlo en detenimiento. Algo que precisamente no se nos permite durante la segunda parte de la cinta, donde repentinamente toda la acción que habíamos echado en falta en su arranque se nos arroja sin medida –aunque narrada con oficio, eso sí–, evitando que prestemos excesiva atención a las sucesivas trampas y giros rozando lo absurdo con que se va trufando el guión.
Teniendo en cuenta sus virtudes y defectos, podemos afirmar que estamos ante un filme donde se ha querido dar un mayor empaque a las motivaciones de los personajes –especialmente el protagonista, un sólido Russell Crowe–, y donde tal vez se reiteren en exceso ciertos detalles (hay demasiados planos del padre devanándose los sesos ante su panel de apuntes, por ejemplo), dando pie a una duración exagerada para el tipo de producto que tenemos entre manos.
Sin dejar de ser un título competente, su lucha con la verosimilitud resta enteros al nuevo trabajo de un director y guionista de prestigio cuyo currículum, eso sí, sigue abierto a revisión constante, entre sus inicios como creador de la serie televisiva Walker Texas Ranger y su futura presencia en los créditos de otro remake, en este caso de la española Celda 211.