Nos ha recibido este 2011 a los cinéfilos españoles con mucha presencia de la Academia del Cine. A quiénes los sinsabores del cine más allá de ver o no ver tal o cuál película les trae sin cuidado, hay que recordarles que la Academia como tal sólo tiene dos funciones: la organización de los Premios Goya y la elaboración del informe anual de espectadores del cine español y su análisis.
Aunque parezca poco trabajo, estas dos primeras semanas del año ya han dejado noticias respecto a esta doble actividad. Por un lado hemos tenido el anuncio de los nominados a los Premios Goya, entre los que destaca la aparición de la película Pa Negre (Pan Negro) de Agustí Villaronga en catorce categorías, y la aparición de los resultados de taquilla de enero a septiembre de 2010 que informan que el pasado ejercicio fue el peor de la década en recaudación exceptuando el año 2000.
Dos noticias entonces nos ha dejado la Academia, dos, que son la misma en realidad: la constatación, otro año más (y van...), de la debilidad de la industria española del cine.
Pa Negre es una minoritaria película de un gran cineasta, Agustí Villaronga, uno de los más singulares de nuestro país, que consigue facturar una cinta cada cierto tiempo a pesar de las características de su cine. La inclusión de una de sus películas entre las cuatro candidatas a las categorías mayores y a infinidad de las menores señala el pobre panorama de calidad y cantidad que se dio el año pasado respecto a la producción española. Y esto, dicho con la mayor de las admiraciones a Villaronga y su cine, que merece las menciones a los premios como el que más. Pero cuando se echa mano de lo insólito, de lo inusual, de películas que apenas han visto cincuenta mil espectadores significa que no hay otra cosa a la que aferrarse.
El dato de recaudación viene a subrayar lo mismo. Huérfano 2010 de estrenos de Almodóvar o Amenábar, el atractivo del cine español para el gran público decae estrepitosamente. Además, la ausencia de películas en 3D de manufactura española, uno de los revulsivos de la taquilla americana debido a su aumento de la entrada, tampoco ha impulsado el dato. Aún queda por evaluar los datos de los tres últimos meses del año, la campaña de Navidad, donde la afluencia a los cines crece, pero todo apunta a que para la industria española tampoco este periodo de 2010 supuso un especial movimiento recaudatorio.
Por último, señalar que dos de los nominados a los Premios Goya a la categoría de Mejor Película son, precisamente, el presidente y la vicepresidenta de la Academia del Cine, Álex De La Iglesia e Icíar Bollaín. Más allá de la sonrisa o la suspicacia que este hecho pueda provocar, conviene señalar que ambos son cineastas de referencia en activo y que si ha sucedido se debe más bien a que en esta ocasión la Academia está gobernada por cineastas en plena madurez creativa. En su descarga también hay que decir que ambas películas son merecedoras de las nominaciones, pues forman parte de lo más señalado en cuanto a calidad que podemos encontrar en las salas comerciales en este momento.
Ambos cineastas, en su faceta de dirigentes de la Academia, han conseguido además que ésta adopte ciertas labores extra entre sus cometidos. El carácter conciliador de De La Iglesia ha conseguido, por ejemplo, que la última entrega de los Goya fuese la más normalizada de los últimos años: alejada de reivindicaciones, comprometida con el cine y su función de arte y entretenimiento, y recuperando ausencias importantes como la de Pedro Almódóvar, conocido disidente respecto a este organismo. También ha adquirido un papel intermediador en el diálogo entre el gobierno y las asociaciones que han estado en contra de la Ley Sinde contra la piratería, consiguiendo sentar a representantes de ambas partes en una mesa redonda para discutir sobre el tema.
Sin duda, este afán intermediador y regulador es una de las bazas que De La Iglesia está sabiendo conjugar en su mandato y que no deberían ser olvidadas por presidencias posteriores.