No hay muchos casos de realizadores como el de Winterbottom, que disfruta de la variación de géneros y estilos en su obra del mismo modo que otros directores disfrutan con la reiteración.
La carrera del realizador Michael Winterbottom es todo un ejemplo de coherencia dentro de la heterodoxia. Capaz de afrontar cualquier género y temática en sus películas, desde la ciencia-ficción hasta el musical, se mimetiza en el estilo que necesita durante el par de años en los que aborda cada proyecto, dando lugar casi siempre a excelentes cintas donde es imposible rastrear sus señas de identidad.
En El Demonio bajo la Piel, Winterbottom ha elegido la adaptación de una célebre novela del afamado escritor norteamericano Jim Thompson ambientada en los años 50 y que narra la historia de un sádico asesino bajo la apariencia de un educado y amable joven ayudante del sheriff de una pequeña localidad tejana. Podríamos decir que se trata de un precedente del American Psycho de Bret Easton Ellis pero en el modelo ciudadano de la América profunda.
Lou Ford es un ciudadano ejemplar que lleva encastradas en su mente un buen puñado de taras psicológicas que se desatan con la llegada de una guapa prostituta a su localidad. El encargo de echarla se convierte en una espiral de asesinatos encubiertos por parte de Lou cuya culpabilidad logra ir salvando gracias a su aspecto atildado, su fama entre sus vecinos, su posición y un delicado equilibio de compensaciones entre quiénes tienen que atraparle.
Winterbottom ambienta magistramente el retrato de Lou Ford en la américa profunda de los años 50 donde el machismo, el puritanismo y los privilegios de clase social están tan arraigados en la población que son imperceptibles para quiénes los ejercen a diario con total naturalidad. Casey Affleck deslumbra, una vez más, con su interpretación de este protagonista bipolar en el que se desencadena un huracán sádico encastrado en su mente desde la infancia, llevándole a cometer los crímenes más espeluznantes sin perder las buenas formas ni su perfil amable y educado.
El ritmo y la ambientación con el que se narra esta historia de violento cine negro a la luz del día y bajo el calor tejano son perfectos, casi como si hubieran sido rodados en el sistema de estudios del Hollywood de la época. Winterbottom pone la cámara siempre en el sitio adecuado a la narración sin cargar las tintas en ninguna escena, dotando de una extraordinaria cotidianidad tanto a la secuencia donde un par de amigos comparten una cerveza cantando como en la que se comete un brutal asesinato. Y precisamente ese es el efecto que quiere conseguir en el espectador, el estupor de la brutalidad en lo cotidiano.
Además de Cassey Affleck, el resto del elenco de actores cuenta su elección como aciertos, desde la sugerente Jessica Alba como la prostituta que desestabiliza al protagonista, hasta el veterano Ned Beatty como el hacendado de la comunidad que también esconde un historial de favoritismos y venganzas que ha marcado los destinos de la ciudad y su habitantes durante décadas. O el sindicalista encarnado por Elías Koteas, también un retrato de doble perfil con una sugerente participación en la trama.
No hay muchos casos de realizadores como el de Winterbottom, que disfruta de la variación de géneros y estilos en su obra del mismo modo que otros directores disfrutan con la reiteración de sus marcas de identidad película tras película. El británico prefiere desaparecer tras su obra, que ya empieza a constituir un cuerpo fílmico que podría venderse como una antología del cine en sus géneros. Casos como el suyo o el de Ang Lee, otro realizador que disfruta con los cambios de tema y estilo, son encomiables en una industria que busca la especialización de sus autores para garantizar el éxito de los productos. Quizá sea este el sentido por el cuál ellos han elegido la alternancia y variación total en sus carreras, como un acto de rebelión hacia los automatismos que la industria pretende imponer a sus autores. Quizá sean ellos los últimos verdaderos autores del cine. Sin identidad, sin firma, al servicio de sus obras.