Propuesta distinta y fresca.
El segundo largometraje de Paco Cabezas –después de Aparecidos, así como la escritura del guión de Sexykiller, morirás por ella y Spanish movie, nada menos– nos sumerge de lleno en los sectores más marginales de las grandes ciudades y sus alrededores. El joven chapero Ricky decide regalarle un club de alterne a su madre cuando ésta salga de la cárcel, para intentar ganarse su respeto y su cariño. Alrededor de este eje vertebrador irán desfilando toda una serie de personajes del submundo barcelonés.
Carne de neón supone la traslación a película del llamativo cortometraje homónimo del director sevillano que en su día protagonizaran Óscar Jaenada y Victoria Abril. Aquí la historia se ha visto alargada hasta las casi dos horas, plagándose su metraje de un montón de secundarios que dan vida y color a la cinta, destacando el carisma de la mayoría de ellos y la buena dirección de actores que logra el realizador. Baste decir que incluso dos nombres como la veterana Ángela Molina o el casi omnipresente Mario Casas, que nunca han sido dechados de interpretación, cumplen sobradamente con su cometido.
El guión, por otra parte, maneja una serie de referentes que principal e innegablemente nos remiten al cine de Guy Ritchie, por esa utilización de un nutrido grupo de trasnochados personajes que se mueven a un ritmo frenético entre los bajos fondos, basculando el conjunto entre la comedia bruta, la acción ágil y los golpes de efecto. Otros nombres que acaban por acudir a nuestra mente durante el visionado son Quentin Tarantino, Danny Boyle o Álex de la Iglesia, sobre todo si atendemos a sus trabajos más tempranos.
A un buen libreto encarnado en rostros adecuados hay que unir la pericia de Cabezas para darle entidad formal a esta producción sin caer en la copia exacta y sin traicionarse a sí mismo, aunque los pasajes más sentimentales acaban por hacerle perder enteros y la cruda violencia desatada de la resolución nos hace añorar lo visto hasta el momento, donde el humor incorrecto había campado a sus anchas, sobre todo gracias a ese Angelito que interpreta Vicente Romero.
Así pues, sin ser un producto original, sí que estamos ante una propuesta distinta y fresca, convertida en celuloide con potencia y pasión –mención especial para la música de Óscar Araujo y Julio de la Rosa–, repleta de momentos muy divertidos que, obviamente, calarán bien entre los seguidores de las referencias arriba mencionadas, y que nos hace tener esperanzas de cara a futuros títulos que nos lleguen de este director sevillano.