Una película cuyos puntos flacos remiten a su vulgar realización y el miserabilismo esforzado en que se deleita, y cuyos mayores aciertos están relacionados, sintomáticamente, con sus variadas fugas argumentales y formales hacia lo genérico.
Cuenta Nikki Finke que la recién clausurada 27ª edición del Festival de Cine Independiente de Sundance se salda con récord en cuanto a compras de derechos para la distribución cinematográfica de títulos allí programados. Se pregunta Finke, "¿vuelve a ser rentable lo indie?"
Posiblemente sí. Los estragos causados en la industria por el pirateo, los mediocres resultados obtenidos últimamente en taquilla por costosas producciones frente a los obtenidos por cintas dramáticas con presupuestos ajustados, la crisis económica y de valores que nos sacude, son factores que podrían volver a poner de moda lo "íntimo", lo "realista", lo "combativo".
Lo triste es que suceda porque toca. Hasta hace poco, lo obligado era hacer ostentación de hedonismo despreocupado. Ahora conviene simular que la situación nos tiene consternados. Y de cara al público, las convenciones representativas para ambos estados parece que también hubiesen de repetirse cansinamente, haciendo del propio mundo ese gran teatro conformista sobre el que escribió Calderón; como si un espectáculo escapista no pudiese revestirse de atributos naturalistas, o una historia mínima gozar de cierta elaboración formal. Cuando películas como Monstruoso o Biutiful se han atrevido a romper con esos lugares comunes de lo representado y su recepción, han tenido que sufrir no pocos ataques por parte de los fundamentalistas de lo visual y lo moral...
Winter's Bone es un ejemplo paradigmáticos de estas cuestiones. Ganadora precisamente del Gran Premio del Jurado en la edición 2010 de Sundance, lleva casi un año acaparando todo tipo de parabienes y galardones, hasta culminar su trayectoria mediática hace unos días con cinco candidaturas a los Oscar. Frozen River (2008) y Precious (2009), películas que tienen más de uno y dos puntos en común con Winter's Bone, ya habían dado fe de ese renacido peso de lo independiente entre los académicos de Hollywood, que brilló por su ausencia durante la mayor parte de la pasada década.
Y como ocurría con las realizaciones citadas de Courtney Hunt y Lee Daniels, Winter's Bone es un retrato desolador, a veces emotivo y a veces tremendista, de la América profunda, la que vende el audiovisual norteamericano cuando quiere ofrecer "calidad". A partir de una novela de Daniel Woodrell, seguimos las andanzas de Ree Dolly, una adolescente del sur de Missouri que tiene pocos días para conseguir que su padre, ausente habitual del hogar, se presente al juzgado. Si no lo hace, Ree Dolly, su madre y sus dos hermanos pequeños perderán la casa que habitan, puesta por su padre como garantía de su libertad bajo fianza por un asunto de drogas.
El valiente empecinamiento de la chica por salvar del desahucio a los suyos, que recuerda al de la Rosetta (1999) de los hermanos Dardenne o la Wei Minzhi de Ni uno menos (1999), permite a la guionista y directora Debra Granik perfilar un paisaje infernal, uno de esos universos que, formando parte del nuestro, llega a parecer extraterrestre a fuerza de convertir en una ilusión los privilegios sociales que supuestamente se ha logrado garantizar para todos.
Entre asesinatos que a nadie le interesa resolver, el submundo de las drogas, la dictadura salvaje de lo patriarcal, la miseria típica de la white trash y la falta total de horizontes existenciales, transcurre una película cuyos puntos flacos remiten a la justita realización de Granik y el miserabilismo esforzado en que se deleita, y cuyos mayores aciertos están relacionados, sintomáticamente, con sus variadas fugas argumentales y formales hacia lo genérico: el thriller, el western, incluso el terror.
Es en tales momentos cuando sentimos que Winter's Bone, los esfuerzos sobrehumanos de Ree Dolly, verdaderamente nos atañen, haciéndonos olvidar esa pose artificial de sus responsables y de muchos críticos y espectadores en torno a la "necesidad", la "humanidad" y el "compromiso" que manifiestan el resto de sus imágenes.