Enredados tiene todas las características de una producción Disney clásica.
Si hay un nombre que ya merece estar a la altura del mismísimo Walt Disney en cuanto a su aportación a lo que el cine de animación se refiere ese es, sin duda, John Lasseter.
Nacido en el mísmisimo Hollywood, Lasseter se educó viendo las películas de Hayao Miyazaki, del que es profundo admirador y ahora, amigo personal. Tras estudiar arte en California entró a trabajar en la Industrial Light & Magic, la compañía de efectos especiales de George Lucas. Su excelente trabajo hizo que el departamento de animación de escindiera en una empresa propia: Pixar.
Pixar cambió el cine de animación para siempre con su primera película, Toy Story. La empresa dominante en este sector, Disney, realizó una reestructuración total cuando entendió que el futuro de la animación pasaba por lo digital. Adiós a los lápices. A Disney no le bastó con eso y desembolsó una fortuna para conseguir que Lasseter formará parte de su nómina y sus proyectos. Compró parte de Pixar y durante unos años los nombres de las dos compañías han aparecido juntos en un puñado de títulos.
Finalizado el acuerdo entre ambas compañías, ahora Lasseter ejerce tanto de cabeza visible en Pixar como de productor ejecutivo en la mayoría de los productos de Disney. Enredados es uno de ellos. Y se nota.
Enredados tiene todas las características de una producción Disney clásica, incluso esas que han terminado resultando odiosas para un buen número de público que las asocia con el pensamiento más rancio y conservador de la cultura occidental: exaltación de la oligarquía y la familia, clasismo social, religiosidad castrante y soterrada... La historia de Rapunzel, un cuento original de los hermanos Grimm, tenía todos esos ingredientes pero el toque Lasseter la ha hecho diferente.
Es necesario recordar que parte del éxito de las producciones Pixar radica en su capacidad para dinamitar las convenciones que Disney había planteado durante décadas en sus personajes y sus historias. Lasseter conoce profundamente esos resortes y ahora, como responsable de los proyectos en la empresa, le toca respetarlos pero también evolucionarlos.
Enredados es un cuento clásico a la medida de Disney donde Lasseter ha sabido meter las suficientes variaciones para que ningún tipo de público se aburra viendo la cinta. La ambigüedad del protagonista Flynn Rider, por ejemplo, un truhán que termina enamorándose de Rapunzel olvidando su propio beneficio, está muy lejos de lo que ha sido este tipo de personaje en Disney, baste compararlo con los planísimos John Smith de Pocahontas (1995) o Shan-Yu de Mulan (1998). O, por poner otro ejemplo, la galería de personajes secundarios de la taberna (una escena recurrente en el cine de animación por la influencia de Star Wars) que dejan de ser una mera anécdota para aportar características que ayudan a entender la psicología de los personajes principales.
Pero sin duda, los grandes méritos de Enredados están en sus apartados técnicos. El guión presenta un crescendo argumental y de ritmo medido con tal precisión que llega a jugar con el espectador haciéndole pensar en los primeros minutos, hasta la llegada del primer número musical, que esta viendo otra película más de Disney en la que no caben sorpresas y donde todo se va a desarrollar según los cánones y estereotipos a los que nos tienen acostumbrados.
A partir de ese momento comienza un despliegue técnico de fotografía, iluminación, movimientos de cámara, tipos de plano, texturas, diseño de personajes y planificación de escenas realmente inaudito y asombroso, con momentos verdaderamente mágicos y conseguidos que logran la excitación y asombro del público de cualquier edad. Jamás el 3D había brillado con tanta sutileza y encandilamiento como en la secuencia de los farolillos, por poner un ejemplo.
Enredados es una obra de arte que pasará a formar parte de los clásicos de la compañía y que supone un gran paso adelante en la voluntad de superar los estereotipos que han llenado sus producciones de los últimos años. Ahora sólo nos queda esperar que lo que ha conseguido Lasseter en Disney pueda repetirlo pronto otro de sus hijos pródigos: Tim Burton con su Frankenweenie.