La mirada levemente estrafalaria que Gore Verbinski suele aplicar a sus realizaciones, no procura al espectador sino cierta curiosidad inicial que va mutando en apatía.
El arranque de esta nueva colaboración entre el director Gore Verbinski y el actor Johnny Depp tras la trilogía Piratas del Caribe, permite albergar la confianza en que Rango sea una gran película.
La animación infográfica es extraordinaria. De una calidad casi fotográfica en lo relativo a profundidad, texturas, movimientos y atmósferas, y de una perturbadora fisicidad en cuanto a los animales antropomórficos representados. Uno se pregunta si la decisión de estrenar Rango únicamente en dos dimensiones no tendrá que ver con el hecho de que vista en tres podría llegar a resultar traumática para los más pequeños.
Por otra parte, el hecho de que el bicho escogido como protagonista del film sea un camaleón, permite al guionista John Logan (Gladiator, El aviador) jugar con la idea de un personaje flexible, voluble, cuya búsqueda de una aventura que satisfaga sus narcisistas fantasías otorga al relato un grado de autoconsciencia y sofisticación muy agradecible.
Más aun, a partir de verse accidentalmente en libertad —Rango es un animal doméstico—, sus primeras peripecias ostentan un marcado carácter surrealista que, dada la perfección de las imágenes, sume al espectador en el desasosiego.
Sin embargo, apenas Rango se decide a involucrarse en una historia, el encanto se viene abajo. El camaleón se ve obligado a confrontar sus quimeras heroicas con la cruda realidad de un estereotipado pueblo del Lejano Oeste asolado por la sequía y siniestros intereses, y la inteligencia da paso al simple ingenio.
Se suceden las citas cinéfilas, los momentos humorísticos a lo DreamWorks, las idas y las venidas sin demasiado trasfondo, y las escenas de acción forzadas antes por las expectativas del público que por la lógica del relato.
A Gore Verbinski no se le puede negar su desinhibición y habilidad a la hora de transitar géneros; suyas son también la infantil Un ratoncito duro de roer, la comedia negra The Mexican, la terrorífica La Señal y la dramática El hombre del tiempo.
Pero, en definitiva, la mirada levemente estrafalaria que deposita sobre las ficciones a las que aplica sus talentos, no procura al espectador sino cierta curiosidad inicial que va mutando en apatía. Verbinski es tan versátil como Rango. Pero, quizás, también esté tan domesticado como el camaleón digital, pese a la mordacidad que aspira a transmitir a bucaneros, roedores, meteorólogos o pioneros del Far West.