Una producción que no innova dentro del género de matones a sueldo, aunque al menos es medianamente resultona y no termina de aburrir.
Frente a una película en cuyo cartel aparece Jason Statham pistola en ristre –aunque en otras versiones del mismo se homenajea directamente a uno de los del Malas calles de Martin Scorsese (1973)–, el espectador mínimamente experimentado sabe a qué atenerse. El impasible actor inglés hace mucho tiempo que no se pone al servicio de un guión tan apetecible como el de Lock and stock o Snatch, cerdos y diamantes (Guy Ritchie, 1998 y 2000 respectivamente), dejándose arrastrar por el recurso fácil de encarnar siempre a un mismo estereotipo de protagonista duro, violento y curtido en mil batallas.
En el caso que aquí nos ocupa, Statham se mete en la piel de un asesino profesional de élite que elimina a sus víctimas sin que parezca que haya mediado mano humana en el proceso. Un encargo le llevará a acabar con la vida de su mejor amigo (Donald Sutherland), cuyo hijo se cruzará más adelante en su camino para intentar lograr que le ayude a vengar la muerte de su progenitor. Movido por un inexplicable complejo de culpa, el protagonista iniciará al joven en cuestión en los caminos del asesinato retribuido, temeroso de que la verdad salga a la luz en algún momento.
Remake de Fríamente... sin motivos personales, cinta de 1972 cuyo reparto encabezaba el no menos duro Charles Bronson, The mechanic es un filme tan transparente como el cartel que comentábamos al principio, y por tanto es fácil deducir que acabaremos recomendándola únicamente a los seguidores del cine de acción, violencia y asesinatos que son la tónica habitual en la filmografía reciente de Statham (Transporter y sus secuelas, Crank, Los mercenarios, Death race). Probablemente ellos sean quienes vean con ojos más condescendientes una producción que no innova dentro del género de matones a sueldo, aunque al menos es medianamente resultona y no termina de aburrir, ya que su duración tampoco da excesivo pie a ello.
El único detalle que aporta algo de vida al argumento quizá sea la relación de mentor que tiene el protagonista con el pupilo a quien da vida Ben Foster, pese a que acabe sepultada bajo las formas habituales en este tipo de títulos. Por ejemplo, la cámara no sabe guardar las distancias y es labor del montador dejarnos entrever qué sucede cuando llega la hora de repartir golpes o liarse a tiros. Los personajes son muy estereotípicos, saltándose sus propias reglas de comportamiento cuando conviene al guión y no saben aportar ni una sola frase reseñable que aporte algo de humor al conjunto.
Bastante más realista y soportable que la saga de Transporter, pero sin la mirada autoparódica de Crank, al menos la sencilla y poco profunda trama transcurre conforme a lo esperado, y las pretendidas sorpresas y giros de guión se ven venir de tan lejos que ni siquiera suponen una molestia. Si añadimos las siempre necesarias dosis de sexo, explosiones y secuencias de acción correctamente coreografiadas acabamos por dar con esa recomendación arriba adelantada, que si no nos equivocamos hará que The mechanic pase sin pena ni gloria por la cartelera.