Lamentablemente, la química como pareja entre Carlos Iglesias y Esther Regina está muy lejos de la que ofreció en su día con Nieves de Medina.
El actor Carlos Iglesias dio una grata sorpresa al presentarse como guionista y director de cine en 2006 con Un franco, 14 pesetas, un drama con toques de humor que presentaba una visión cercana de una faceta de la posguerra no muy transitada por el cine español: la de los exiliados en Europa. El desarraigo, la nostalgia y la posterior decepción al regresar a una España paupérrima eran los temas tratados en una cinta de singular acierto que fue premiada por varias de sus facetas artísticas.
La posguerra española dió para muchas historias sobre exiliados que la longevidad del régimen de Franco convirtió en ausencias de por vida. El éxito de su primera película lleva a Carlos Iglesias y sus productores a plantear una trilogía sobre el tema, cuyo segundo capítulo es Ispansi, la historia de los niños españoles que la República envió a Rusia para librarles de la guerra civil sin suponer que en breve estallaría la II Guerra Mundial.
La cinta narra la historia de un grupo de niños y los adultos que los acompañan en su odisea por la tierras rusas a la búsqueda de un lugar estable donde alojarse. El conflicto les retrasa continuamente y les hace vivir en trenes y alojamientos precarios, sufriendo el hambre y las enfermedades propias de un estado de guerra que habían pretendido evitar, además de las inclemencias de la climatología rusa.
La narración está centrada en los dramas personales del grupo de adultos que ejercen de tutores de estos niños, especialmente en la historia de amor que surge entre Álvaro (Carlos Iglesias), un comisario político republicano y Paula (Esther Regina), una hija de falangistas que sigue al grupo de niños para cuidar a su hijo ilegítimo al ser repudiada en su ambiente familiar por él.
Ispansi sigue los esquemas narrativos de su predecesora, con tres actos en los que se suceden las penalidades de los primeros años, el asentamiento y mejora de las condiciones en el país de acogida en los años posteriores y el regreso a la patria. Las variaciones llegan por ofrecer un retrato mucho menos acogedor del exilio en Rusia del que se mostraba en Suiza y Alemania y, sobre todo, por el regreso a España. Regreso que en muchos caso no pudo producirse por la condición política de Rusia y de sus exiliados frente al régimen franquista y por ofrecer nuevamente un retrato de España alejado de la complacencia.
Es destacable que en esta segunda entrega el peso como narrador de Carlos Iglesias ha crecido al ofrecer el relato como los recuerdos narrados en off de un exiliado en su avanzada vejez. También por contar con una producción algo más holgada, pero deslucida por la precipitación con que parecen haber sido rodadas muchas de sus secuencias, descuidando raccords, acudiendo a clichés para la puesta en escena (la secuencia del piano, el forzado movimiento de cámara en la muerte de uno de los niños) o cayendo en emotividades y enfásis fruto de la inercia (el enfrentamiento entre los hermanos en Sevilla) o arquetipos narrativos que justifiquen la trama (la salvación de los fusilamientos por parte de los divisionarios).
Lamentablemente, la química como pareja entre Carlos Iglesias y Esther Regina está muy lejos de la que ofreció en su día con Nieves de Medina, excelente actriz que participa brevemente en la película, constituyendo un nuevo defecto que sumar a los mencionados y que termina por aminorar casi todas las posibilidades narrativas y emocionales que podía ofrecer Ispansi como producto de conocimiento y entretenimiento.