Incendies

“La infancia es un cuchillo clavado en la garganta”. Esta es una de las primeras frases que se pueden apreciar en los prolegómenos de Incendies, una de esas obras que ya vienen con el pan bajo el brazo en el momento de su estreno: era una de las nominadas a los Oscar como mejor filme en lengua no inglesa, obtuvo sendos premios a la Mejor Película en los respectivos festivales de Varsovia y Toronto, y se ha llevado otros tres galardones en el Festival de Cine de Valladolid de 2010. Cuando el río suena es de prever que agua lleva, pero en el caso se Incendies, y cómo su título hace presagiar, lleva fuego. Eso sí, no se trata de una brasa visible sino que se encuentra soterrada entre sus difíciles pasajes, lo que aún es mayor motivo de aplauso.

La historia narra la odisea de dos hermanos gemelos, Jeanne y Simon Marwan, cuya madre ha muerto súbitamente, dejando un extraño testamento. Su legado consiste en dos cartas dirigidas tanto al padre de los hermanos como a un hermano de quien nunca habían oído palabra. Jeanne se embarcará en un viaje a Oriente Medio para descubrir las verdaderas identidades de un padre y de un hermano de quienes desconocía absolutamente la existencia. A partir de este momento, empezará la reconstrucción, relato individual de una genealogía traumática.

Escrita y dirigida por Denis Villeneuve, Incendies es como un puñetazo limpio y seco, depurado en su técnica aunque doloroso en su contenido y resultado. Ya desde sus primeras imágenes, el espectador entiende la urgencia de ese golpe físico. Se trata de un áspero ejercicio de contención emocional que explora los desgarradores misterios de la vida de una mujer marcada por el destino. La geografía emocional de las ciudades que recorre Jeanne se enmarca en espacios imaginarios, ausentes de acento político, para proponer una trayectoria no partidista que busca la verbalización de un drama mediante los silencios.

Villeneuve plantea su obra como una sucesión de episodios asíncronos e independientes entre sí que componen un vaivén de alternancias espacio-temporales para narrar la historia desde una doble perspectiva: cada episodio se articula como una unidad temática y cada unidad pasa a ser una composición poliédrica. Dentro de este juego, el realizador incluye al espectador como parte de la historia al crear una composición de conocimientos engañosos donde el público conoce los acontecimientos antes de que los protagonistas logren su revelación. Así, además de lograr la atenuación melodramática, consigue una reflexión anticipada de las imágenes.

No en vano, Villeneuve juega en la liga de los realizadores canadienses de autor. Lo podríamos identificar como unAtom Egoyan social, o como una variante árida de Denys Arcand. Aunque la búsqueda de una identidad mediante la introspección y la exploración de espacios también alcanza al malogrado director polaco Krzysztof Kieslowski. Tanto Villeneuve como Kieslowski sólo le otorgan valor al sentimiento puro, engrandeciendo así el valor de sus personajes.