Nueva película fallida de su prestigioso realizador, que no consigue superar los baches del material de origen para elaborar una historia que despierte el interés del espectador.
Bajo el magnífico título que hace referencia a las dificultades que un creyente puede encontrar para asumir su fe, frase atribuida al protagonista de esta historia, se encuentra la hagiografía de un personaje cuya obra no deja de generar controversia en la vida española: José María Escrivá de Balaguer.
Es evidente que la aparición de esta película es un encargo que se realiza a raíz de la reciente beatificación de Monseñor Escrivá como apoyo y difusión de su vida y obra entre el gran público. El Opus Dei es una institución de tipo religioso que siempre ha causado controversia, ya sea por su capacidad de ejercer una gran influencia de poder, ya sea sobre lo alejadas que pueden parecer sus prácticas en una sociedad moderna y con tendencia al laicismo.
En cualquier caso, la designación para llevar a cabo el proyecto del cineasta Roland Joffé hizo levantar muchas esperanzas acerca de un material que podía tener la entidad suficiente para resucitar el talento de este destacado realizador que parece hibernado desde que realizara dos inolvidables películas en los años 80: Los Gritos del Silencio (1984) y La Misión (1986).
Sin embargo, la biografía de cualquier persona de la que se pretenda contar únicamente un perfil, ya sea positivo o negativo, esconde una trampa para cualquier narrador al quedar suprimido el arco dramático que debe recorrer la cualquier personaje para que resulte de interés al espectador. ¿De qué sirve contar la historia de alguien que comienza siendo un santo y acaba en la misma situación casi dos horas después?
Roland Joffé como guionista ha querido salvar este escollo centrando la narración en un compañero de Escrivá de Balaguer que sí vive intensamente el viaje desde una postura alejada de Dios hasta un ejercicio de piedad que puede entenderse como un reconocimiento final de su gracia divina. Se trata de Manolo (Wes Bentley), un amigo de la infancia de José María (Charlie Cox), hijo de un empresario industrial y antagonista en sus creencias y actitudes al protosanto.
Pivotando sobre el personaje de Manolo, la narración de Encontrarás Dragones establece un paralelismo entre los caminos seguidos por ambos, siempre llenos de dudas, y la diferencia entre las resoluciones tomadas por cada uno para entender sus problemas vitales y de fe. El problema es que el viaje vital de Manolo a lo largo de los años de la Guerra Civil Española, tanto en su implicación en el conflicto bélico como con su enfrentamiento con la fe, es muchísimo más interesante que las dudas con más o menos sufrimiento que se le plantean al personaje del padre Escrivá. Manolo vive, mientras que Jose María reflexiona.
Por otra parte, la siempre difícil recreación de la Guerra Civil Española, a medio camino entre una guerra entre ejércitos y una guerra entre vecinos, supone el segundo importante escollo de la cinta. Aunque se aprecia un esfuerzo económico y de producción en recrear lugares para ilustrar alguna batalla durante el enfrentamiento entre nacionales y republicanos, el resultado es impersonal y deslavazado, fruto quizá de una desidia en la realización que acude a planos muy trillados (el plano general del lugar del enfrentamiento, los mil veces repetidos de soldados cayendo tras un disparo), olvidando criterios de situación geográfica o de estimación objetiva del número y posición de los bandos para que el espectador se ubique en la escena, empatice con la gravedad de lo que sucede y se emocione con lo que está pasando a sus protagonistas.
De este modo, Encontrarás Dragones pasa por ser una nueva película fallida de su prestigioso realizador, que no consigue superar los baches del material de origen para elaborar una historia que despierte el interés del espectador. Y demostrando que uno de los resortes inevitables para conseguir este propósito es que los personajes evolucionen al final de la historia hasta posiciones contrarias a las que mantenían al comienzo de las mismas. Para lo contrario, ya están las películas de Chuck Norris, por ejemplo.