La primera media hora de la película es excelente; la hora y media restante apuesta por la aventura desenfrenada e improbable, que hemos visto ya muchas veces mejor filmada, y que despersonaliza lo planteado en el metraje previo.
Producciones televisivas como Espartaco: Sangre y Arena y Roma, y cinematográficas como La última legión y Centurión, testimonian el interés del público de hoy por el auge y la decadencia del Imperio Romano, que para muchos ofrece sospechosas similitudes con el rumbo de nuestra civilización, espectadora risueña de su propio colapso.
Los responsables de La Legión del Águila no dudan en subrayar dichos parecidos: “Existe un gran paralelismo entre el Imperio Romano y la actual supremacía militar de Estados Unidos […] ¿Hasta dónde llega la conquista? ¿Hasta qué punto se conquista al individuo y se cambia su cultura?” La respuesta a estas preguntas por parte de La Legión del Águila ostenta rasgos menos derrotistas que las aportadas por las citadas Roma y Centurión…
Basada en El Águila de la Novena Legión, novela juvenil escrita en 1954 por Rosemary Sutcliff e ilustrada por C. Walter Hodges que dio lugar a una saga literaria de ocho títulos y devino muestra ejemplar de narrativa histórica tan amena como rigurosa, La Legión del Águila ubica su acción en la Britania romana del 117 d.C.; su protagonista es Marco Aquila (Channing Tatum), un militar romano que, decidido a restaurar el buen nombre de su familia, se adentra en compañía de su esclavo Esca (Jamie Bell) más allá del Muro de Adriano, para averiguar qué le sucedió veinte años atrás a la mítica Novena Legión liderada por su padre y desaparecida en la región de Caledonia, no conquistada por el Imperio.
El mayor inconveniente de La Legión del Águila es que a una primera media hora excelente, a través de cuyos planos respiran la atmósfera, las costumbres, la ética y los retos de una época, le sigue una hora y media restante de aventuras desenfrenadas e improbables que hemos visto ya muchas veces mejor filmadas, y que despersonalizan lo planteado en el metraje previo.
Vuelve a quedar en evidencia que el director escocés Kevin Macdonald (El último rey de Escocia, La sombra del poder) debe mucho aún a su formación como documentalista: al rigor con que suele poner en escena ciertas situaciones, no le corresponde una capacidad narrativa que le permita fabular convincentemente en torno a las mismas.
En todo caso, como ya habíamos apuntado, si La Legión del Águila tiene verdadero interés, se debe a su apuesta ideológica contra corriente por las creencias en ciertos valores, que los padres de Marco y Esca habían defendido literalmente a capa y espada y a los que sus hijos se empeñan en continuar haciendo honor, incluso percibiéndose a su alrededor un desinterés absoluto por vivir de acuerdo a ellos.
Nos hallamos, en definitiva, ante una película que se atreve a hacer apología de la civilización, con todo lo que eso implica en términos de respeto y compromiso con una herencia. Algo como mínimo curioso en tiempos que asisten impasibles a los ataques contra Libia por parte de unas potencias occidentales carentes de autoridad moral, convicciones, memoria histórica o coherencia de ningún tipo.