Un pobre hombre es secuestrado durante quince años y en su búsqueda de venganza protagoniza una tremenda tragedía griega. El realizador Park Chan-Wook, estilista del dolor, martiriza a su protagonista lo justo para que no pierda la dignidad hasta los últimos minutos del largometraje. El misterio que envuelve el encierro de O Daesu, su envolvente voz en off, la lucidez de su martirio, encadenan una primera parte de la película fascinante. La forja de un superhéroe suele ser un espectáculo cautivador, en el caso de Old Boy, parece como si asistiéramos a la pasión de Cristo. ¿Cuál es el significado de su sufrimiento? ¿Adónde nos lleva tanto dolor? O Daesu adquiere unas dotes para la lucha excepcionales, fuerte como un toro, imbatible. Y sin embargo, por muchas paredes que derribe nunca conseguirá salir de la cárcel que han tejido para él.
Las grandes expectativas requieren grandes respuestas, sino una historia se desinfla. En Old Boy, la historia revelada es sin duda tan tremenda como la propuesta, sin embargo tienen tan poco que ver como una película de misterio y un culebrón sudamericano. Lo único que ata primera y segunda parte de la película es el intermitente calvario de su personaje central. El dolor que experimenta O Daesu es tan asimétrico a su pecado, su precio tan desmesurado frente a lo que consigue, que en el espectador sólo provoca una actitud: ¿por qué? La respuesta es la estética del dolor. Para los que participen de ella sin duda Old Boy es cine cinco estrellas. Pero para los que necesitamos explicaciones, el enredo en el que desemboca todo resulta insatisfactorio.
Adaptación de un manga japonés y el éxito del 2003 del cine coreano, Old Boy ganó con justicia el Gran Premio del Jurado en el Festival de Cannes 2004 (quedándose a dos votos de conseguir la Palma de Oro) y el Premio a la Mejor Película en la sección oficial Fantastic de Sitges. El talento sádico de su director (Park Chan-Wook encuentra imágenes ilocalizables para un occidental), la estolidez del actor protagonista Choi Min-Sik, la delicadeza de su primera actriz, Hye-jeong Kang, hieren como una piedra. Esta película, fantástica y extrema, donde el sacrificio supera con creces la recompensa obtenida, es una versión oriental y moderna de la tragedia clásica. Los griegos, al lado de esta belleza retorcida, escribían comedia romántica.