Podría haber sido una producción con un excelente desarrollo si hubiera entrado en profundidad en el tema que anunciaba su inicio: las razones por las que no alcanzamos nuestra verdadera capacidad para ser mejores intelectualmente.
Sin Límites tiene su premisa en el conocido mito acerca del poco rendimiento que sacamos a nuestro cerebro, una herramienta mucho más poderosa de lo que creemos. Al mencionarlo, rara vez se recapacita acerca de la extenuación que supondría usar plenamente cualquier parte de nuestro cuerpo y las consecuencias que tendría, o si el cerebro es un órgano que no se fatiga, o lo que le sucede cuando lo hace... pero tampoco vamos al cine a oír lecciones.
Quién sí parece estar aprovechando a buen rendimiento su reciente fama es el actor Bradley Cooper. Dotado de un notable físico, Cooper llevaba varios años interpretando diversos papeles en series como Alias o Nick & Tup, aunque fue el considerable éxito de Resacón en Las Vegas (Todd Phillips, 2009), con 500 millones de dólares recaudados en todo el mundo, quién lo puso en el disparadero para acceder a papeles más relevantes. Su participación en películas como Loca Obsesión (Phill Trail, 2009) junto a Sandra Bullock, o El Equipo A (Joe Carnahan, 2010) así lo demuestran, aunque con un resultado artístico bastante pobre.
No sabemos si espoleado por esta falta de roles interesantes o por haber encontrado un material digno de ser llevado al cine, la novela de Alan Glynn titulada The Dark Fileds, Cooper ha creado su propia productora (Many Rivers Productions) y ha sacado adelante esta interesante cinta sobre alguien que consigue la mejor versión de si mismo gracias una droga que potencia al máximo sus facultades mentales. Bajo sus efectos, el protagonista puede entender con claridad todo lo que le rodea, recordar todo lo que ha leído, visto o le ha sucedido y además discernir con claridad acerca del problema que tiene delante para resolver.
De este modo, en unos pocos días Edward Morra pasa de ser un escritor hundido y rozando la pobreza a un agente de bolsa contratado por un gran magnate de los negocios (Robert De Niro) dispuesto a cerrar la mayor operación bursátil de la historia ente dos compañías energéticas. El inconveniente es que la interrupción de la ingesta de la droga provoca la pérdida de las facultades y la muerte. Además, los pocos que la han probado buscan sus existencias sin compasión por quiénes aún las tienen.
Sin Límites podría haber sido una producción con un excelente desarrollo si hubiera entrado en profundidad en el tema que anunciaba su inicio: las razones por las que no alcanzamos nuestra verdadera capacidad para ser mejores intelectualmente y por extensión, en el resto de nuestras facetas humanas y sociales. No muy lejos están otras interesantísimas películas al respecto, como la casi olvidada Proyecto Brainstorm (Douglas Trumbull, 1983) que planteaba el mismo hecho desde un punto de vista científico y moral. Por desgracia, Sin Límites se aleja de este cometido para terminar siendo un thriller de acción entretenido pero convencional, donde la lucha entre antagonistas copan el tercio final del metraje escamotenado al espectador un final más sólido y original.
Sin embargo, hay varios puntos de interés en esta cinta. Bradley Cooper realiza un trabajo solvente, sin grandes excesos, y la realización de Neil Burguer (El Ilusionista, 2006) tiene momentos muy inspirados al mostrar los efectos de la droga (zooms infinitos, desdoblamientos, cambios de tonalidad en el color...). La participación de Robert De Niro es casi anecdótica en un personaje pobremente desarrollado en el guión. Es muy probable que su aparición sea fruto de un capricho como productor del propio Cooper por trabajar junto a quién le inspiró su vocación actoral.