El último documental de Morgan Spurlock, autor de Super Size Me (2004), se titula The Greatest Movie Ever Sold [La película más grande jamás vendida] y denuncia el papel abusivo que la ubicación estratégica en pantalla de determinadas marcas comerciales (el llamado product placement) juega actualmente en las producciones cinematográficas.
Pues bien, la vigésimo tercera aventura de James Bond, que volverá a protagonizar Daniel Craig a las órdenes presumiblemente de Sam Mendes, correrá el récord en términos de product placement: hasta cuarenta y cinco millones de dólares de su presupuesto, es decir, un tercio del monto total del film, serán pagados por marcas.
El récord anterior lo ostentaba Minority Report, de Steven Spielberg, cuyos productores lograron ahorrarse veinte millones de dólares recurriendo a patrocinadores. Obviamente, las películas de gran espectáculo y escapismo son idóneas para incluir marcas relacionadas con la tecnología, las que más pagan.
Como señala Spurlock en su documental, el product placement limita la libertad de los realizadores al obligarles a dar buena imagen de los productos que aparecen en sus films, así como su creatividad al forzarles a sacarlos de determinadas maneras, habitualmente en muy excesivos primeros planos.