Se podría calificar la cinta directamente de ridícula sino fuera porque la recreación de siervos, vampiros, monstruos y otras lindezas gozan de una manufactura notable.
No está teniendo suerte la compañía Screem Gems en sus proyectos de ciencia-ficción. Aunque en otros géneros está demostrando un buen olfato para la calidad, el sci-fi se le resiste. Ahí están Ultravioleta (Kut Wimmer, 2006) y la cada vez más desangelada serie Underworld, de la que el año que viene veremos su cuarta parte.
Screen Gems como distribuidora y productora ha contado en dos ocasiones con la pareja Scott Stewart y Paul Bettany para realizar películas de corte muy similar. El realizador es un experimentado diseñador de efectos especiales y el actor un robaescenas por su peculiar físico (mide más de 1,90 y es casi albino) que busca saltar a la categoría de superestrella por la vía del cine de acción.
La primera cinta de ambos fue Legión (2010), una historia que aprovechaba el mito del ángel caído para mezclar western con monstruos y efectos especiales. El varapalo de la crítica no impidió que la cinta recaudase casi el doble de lo que costó, unos 25 mm de dólares, así que era cuestión de tiempo que se repitiera el intento.
El argumento elegido en esta ocasión ofrecía un material de base idóneo para construir un producto muy parecido. El afamado cómic Priest de Min-Woo Hyung cuenta con un argumento mítico rebozado en una estructura de western y aderezado con vampiros más cercanos a aliens que al clasicismo. Pasándolo todo por el tamiz del 3D, los cameos de renombre y algún truco de productor más, el caramelo para la audiencia fácil estaba servido.
Paul Bettany vuelve a encarnar en El Sicario de Dios al rebelde que lucha por la verdad y la justicia en contra de el poderoso estamento al que pertenece, la Iglesia. Esta rebeldía viene dada por la muerte de su hermano y el secuestro de su sobrina, indicios de que un nuevo levantamiento de vampiros va a suceder. Ante la pasividad de la Iglesia, los sacerdotes nuevamente tendrán que enfrentarse a los vampiros para evitar una catástrofe.
Se podría calificar la cinta directamente de ridícula sino fuera porque la recreación de siervos, vampiros, monstruos y otras lindezas gozan de una manufactura notable, que impide al público abandonarse a sus propios pensamientos ante el nulo interés de lo narrado.
A pesar de contar con oportunidades para establecer símiles con el mundo actual, elucubrar sobre el poder de la religión bajo un prisma de futuro o teorizar sobre el mito del vampiro como reverso de lo humano, la cinta se pierde en un sinfín de superficialidades baratas y mil veces masticadas por el público, puestas en boca de unos personajes caricaturescos cuando no directamente patéticos en una serie de secuencias y diálogos lamentables, que se soportan como mero preámbulo de otra escena de acción.
Flaco favor al material original, que merecía mejor suerte, y a las carreras de sus intérpretes, que no han encontrado en esta ocasión el vehículo adecuado para mostrar sus virtudes, aunque los minutos finales de la cinta dejan posibilidad de continuaciones...