La película de carretera cede lugar silenciosamente al encuadre de un falso documental, donde el productor que dirige a las féminas artistas es otro intérprete más de la función.
De él sabíamos que era un excelente actor pero lo que desconocíamos es que también puede serlo como director. Si bien se trata de su tercer intento manejando los hilos desde la butaca, es la primera vez que llega comercialmente a nuestras pantallas. Lo ha logrado con Tournée, una feriada función de vidas y situaciones, mancomunadas con el kitsch y la erótica blanda. Cabe suponer que el Premio a la Mejor Dirección en el Festival de Cannes del pasado año es el pistoletazo de salida que ha encumbrado a Mathieu Amalric como un gran conocedor del cine, ya esté situado delante o detrás de las cámaras.
Tournée acoge los cánones de la road movie transicional para proponer una suerte de mescolanza a distintos niveles. Amalric nos lleva de gira para hacernos testigos de todo tipo de situaciones y contextos. Estamos en hoteles de lujo, otros de menor rango, estaciones de tren, gasolineras, bares, teatros... todo es susceptible de ser incluido porque en el mundo del show-business todo es posible. En medio de este viaje quedan las emociones y el desasosiego que marcan los ritmos del baile de sus personajes.
Amalric sabe entrelazar unos caracteres poliédricos que dejan al descubierto las actuaciones de un espectáculo burlesque, así como los avatares backstage que acontecen dentro de este grupo de personajes nómadas. El elenco está formado por un grupo de mujeres que harían las delicias del Fellini de Amarcord, todas ellas artistas fuera de pantalla, quienes prestan su oficio para protagonizar algunos de los mejores momentos de esta revista. Son personajes tristes, decadentes cuya única vía es una sonrisa a la vida y a su público. Es en el equilibrio entre el show pícaro y el drama íntimo donde parece que este hombre orquestra maneja firme sus formas de representación.
Pero no sólo se queda en el retrato del colectivo artístico a la búsqueda de un sueño sino que también supone la fotografía ambigua del propio protagonista, encarnado igualmente por Amalric, quien como siempre logra una composición perfecta. Esta vez es el director de estas mujeres, su protector y su castigo, un hombre que conjuga la vida familiar con su faceta caricaturesca de chulo, creando un juego de espejos entre dirección e interpretación, entre verdad e ilusión de escena.
Se trata de otro de sus sugerentes elementos. La película de carretera cede lugar silenciosamente al encuadre de un falso documental, donde el productor que dirige a las féminas artistas es otro intérprete más de la función que estamos viendo, sino el actor más farsante de todos ellos. Es un hombre de escenario cuya vida sólo puede seguir la constante escapada hacia ninguna parte, siempre en comunión con una colección de personajes bizarros, aunque tremendamente humanos, que hacen el resto. Son esos momentos de latencia tanto sobre las tablas como entre bambalinas los que hacen que Tournée consiga su gran belleza.