Sin Identidad ha alcanzado la cima de la taquilla norteamericana en el fin de semana de estreno y a buen seguro no dejará de recaudar durante un par de meses más.
Hace más de un año, en la edición impresa de FanDigital hicimos un recuento de cineastas españoles que estaban sacando sus proyectos adelante en la industria norteamericana. En estos días, la revista Hollywood Reporter se fija en cinco de ellos como herederos del primer paso que dió Alejandro Amenábar al rodar Los Otros (2001) bajo la producción de Tom Cruise.
Si alguien se sorprende de que entre esos cinco nombres no figure el de Jaume Collet-Serra habiendo sido número uno de taquilla USA con esta película, es que le falta información sobre el director. Sí, Collet-Serra nació en Barcelona, pero con 18 años se trasladó a Los Ángeles para fructificar su carrera como cineasta y allí ha permanecido y permanecerá probablemente el resto de su carrera. Estrictamente hablando, Collet-Serra es un director estadounidense. Vanagloriarse por su hito como ciudadano español es tan anecdótico como inútil.
A poco que se lea sobre su trayectoria se verá que se trata de un cineasta vocacional, que supo ganarse la vida y la confianza de los productores poco a poco, primero como realizador publicitario y de videoclips y después, dada su habilidad para rodar rápido y eficazmente, manufacturando productos comerciales.
Su ópera prima fue La Casa de Cera (2005), una revisión del clásico de terror Los Crímenes del Museo de Cera (André de Toth, 1953) que contaba con el aliciente de ver masacrar a Paris Hilton con poca ropa, una idea de los productores para atraer al público adolescente que el realizador aceptó rodar de un día para otro sin conocer nada del proyecto.
Su segunda película, La Huérfana (2009), fue ya un trabajo más consciente y planeado, donde el joven director pudo dejar algo del buen pulso que está demostrando para filmar. La cinta es una eficaz historia de terror con personaje freak que bien podría dar alguna secuela. Fue calurosamente acogida en Sitges, público al que no es fácil engañar en estas lides.
Podemos considerar entonces que Sin Identidad es el primer proyecto madurado por el director. No deja de tratarse de un encargo puro para la corriente comercial, pero en esta ocasión Collet-Serra ha contado con un elenco notable, un presupuesto más holgado (unos 30 mm. de dólares) y, sobre todo, ha participado en el proyecto desde su origen en el papel.
El resultado no puede ser más satisfactorio para un cineasta que parece sólo aspirar ser un buen realizador de oficio, nada menos. Sin Identidad ha alcanzado la cima de la taquilla norteamericana en el fin de semana de estreno y a buen seguro no dejará de recaudar durante un par de meses más. En Hollywood esto es prácticamente un cheque en blanco para continuar carrera y visto que aún mantiene un caché bajo y una capacidad para sacar adelante producciones sin malgastar dinero, se le augura un futuro largo en la meca del cine.
A medio camino entre Frenético (Roman Polanski, 1988) y Darkman (Sam Raimi, 1990), Sin Identidad es un interesante thriller de acción filmado con mucho acierto (las secuencias del despertar del protagonista tras el accidente o de la recuperación de la memoria en medio de la pelea son de una gran eficacia) que tiene su mayor valor en el cuidado de los personajes secundarios y la elección de los intérpretes, donde destaca un Liam Neeson que ha debido sentirse cómodo interpretando a un hombre que pierde su personalidad y tiene que reconstruirla a base de fragmentos y deseos. Su Darkman no sólo hizo mella en él como actor, sino en muchos de los espectadores que la consideran la más solvente recreación de un cómic que se ha conseguido sobre la pantalla.
No sólo en el tono de los intérpretes hay virtudes. La recuperación de cierto aire del género cuando las tramas se situaban en los años de la Guerra Fría, de regresar a la fisicidad perdida debido a la apabullante tecnificación con que suelen contar protagonistas y antagonistas en otras cintas, es otro punto a su favor, a lo que ayuda sin duda su rodaje en Berlín, aunque no era el lugar de rodaje previsto en un principio.
A Sin Identidad le falta un tema de fondo para lograr ser un trabajo notable, una corriente subterránea en el guión que explique una concepción del mundo que está representando. Porque escarbando en su forma sólo se percibe la moraleja bondadosa de otro título al que su argumento hace referencia, A Propósito de Henry (Mike Nichols, 1991) donde un accidente fortuito transforma en ciudadano ejemplar a un profesional de calidad dudosa. El resto es puro entretenimiento. Y no es fácil hacerlo.