Puede que las tres dimensiones proporcionasen al cine de Hollywood el año pasado unos resultados tan buenos como para camuflar el hecho de que el número de asistentes a las salas de cine no hace más que descender.
Pero son varios los factores que podrían hacer en breve del 3D un sistema impopular, y los medios ya se están haciendo gran eco de ello, al menos en Estados Unidos. El síntoma más comentado ha sido la decepcionante taquilla en los cines norteamericanos (y hasta españoles, según se ha sabido después) de Piratas del Caribe: En mareas misteriosas.
Los analistas, tras estudiar las cifras de En mareas misteriosas, han llegado a la conclusión de que el público ha optado más por las salas en 2D que por aquellas que exhibían el film en 3D o IMAX. Algo a lo que no es precisamente ajeno que las entradas de cine con el plus del 3D no hagan más que subir, mientras la crisis económica se ceba cada vez más con las familias.
Pero, además, los espectadores están empezando a descubrir que la luminosidad de las películas proyectadas en 3D es mucho menor a la tradicional, por imposiciones técnicas de las lentes especiales requeridas por esa tecnología. Lo que está haciendo, al menos entre los cinéfilos, que se opte por el 2D siempre que es posible.
Quien lo haga, podría encontrarse con una desagradable sorpresa final: muchos exhibidores están manteniendo por pereza las lentes empleadas para exhibir 3D cuando la proyección es en 2D, y hasta las películas tradicionales están empeorando sustancialmente la calidad de su imagen.
Una anécdota relevante al respecto la han hecho pública los hermanos Farrelly, directores de la reciente Carta Blanca. En un pase promocional de la citada comedia en Boston, los Farrelly comprobaron con indignación que su película se estaba proyectando tan oscura “que apenas podía verse nada en la sala”. Peter Farrelly concluye: “Si fueron capaces de hacer esa chapuza en un pase para la industria, ¿qué le estarán ofreciendo al público?”