La dirección de la debutante en el largo Sam Taylor-Wood es temerosa y rutinaria.
De poca gente se ha escrito y dicho tanto como de John Lennon. Él mismo lo sentenció en aquella frase “somos más famosos que Jesucristo” que tantas represalias le trajo en Estados Unidos. Sin embargo, su transgresora personalidad aún provoca admiración y retratos biográficos que intentan dar alguna pista de la esencia de uno de los grandes talentos de la música el siglo XX.
Siguiendo la estela de biopics sobre músicos como la excelente Control (2007) que Anton Corbjin filmó sobre el líder de Joy Division, Ian Curtis, Nowhere Boy también relata la adolescencia de Lennon desde el colegio hasta cinco minutos antes de comenzar a triunfar con The Beatles, intentando dar con las claves de su personalidad en esta etapa.
La juventud de Lennon fue, sin duda, muy compleja. Criado por su tía Mimi (Kristin Scott-Thomas) pero visitando a su madre Julia (Ann-Maie Duff) con asiduidad, el insoportable Lennon, expulsado de colegios, rebelde y grosero, se atormenta acerca de su situación respecto a esas dos mujeres y la causa del abandono de su padre biológico. El rock&roll es una pieza más del retrato impertinente que el joven se ha construido contra todo el mundo.
Por desgracia, el guión escrito por Matt Greenhalg cae en la habitual trampa de exponer al protagonista en clave de lo que se sabe será en el futuro. Y así, se nos muestra a un Lennon adolescente que se comporta y dice cosas como si ya supiese quién iba a ser. E igual sucede con la actitud de los personajes que le rodean. Sin embargo, incomprensiblemente, se escatiman las explicaciones sobre su descubrimiento de la música, su forma de aprenderla y las múltiples referencias a estos años que se podían encontrar en sus canciones.
De este modo, lo que se anunciaba como una biografía de Lennon, se transforma en la vida de cualquier joven escapando de una sociedad que todavía mantenía el mortecino aire de la posguerra encima, donde los jóvenes catalizaban sus ganas de libertad a través de la música y la ropa. El resto de la información sobre Lennon (la construcción de la banda, la escritura de las canciones, la relación entre los integrantes del grupo) son tan nimios que equivalen a lo que se puede encontrar en el primer párrafo de las búsquedas en Internet.
Ni siquiera la relaoión con Paul McCartney, uno de los mejores momentos de la película, alcanza el octanaje narrativo que se espera de narrar los momentos en que una pareja de creadores entraba en ebullición para darle la vuelta a la música de la época.
La dirección de la debutante en el largo Sam Taylor-Wood es temerosa y rutinaria, únicamente salvada por la intensidad de Scott-Thomas, Duff y Aaron Johnson en algunos, muy pocos, momentos. Por cierto, la elección del brillante protagonista de Kick-Ass aparece totalmente inapropiada a la vista del rotundo físico y poca angustia juvenil que luce el actor en la película.