Hay un cierto tipo de películas, cuyo estreno en nuestro país en salas comerciales es poco frecuente. A veces, alguna producción escapa -en este caso ayudada por la coproducción francesa- y entonces la pregunta es si se diferencia mucho de lo que se ha quedado en el otro lado. Sijie Dai, escritor con inquietudes cinéfilas, consigue el objetivo de estrenar con esta su tercera película. Lo hace con una temática ya por él abordada, y que partiendo de su experiencia personal, pretende ilustrar al público -sin ningún tipo de prisas- en la forma en que la reeducación de la revolución China tenía lugar. Lo hace sin una censura rotunda, dejando la crítica en la obviedad. Sin cebarse en la contradicción de reeducar prohibiendo cultura, y tratando de armar una dignificación de la literatura como forma de expresión, por la cual las personas pueden llegar a desarrollarse como tales.
Este podría ser el principal objetivo, pero lo sujeta a una historia de amor imposible, enmarcada en un triángulo en el que los dos reeducables de ciudad, pugnan por seducir con conocimiento a la inocente (y joven) costurera china.
De la misma forma, la tensión no es tal. No llega a ser tampoco el centro del relato, por algo tan simple como que no lo hay. Es una mera unión de lecturas, sin aparente decisión y algo desencaminadas, que con la excusa de los propios acontecimientos y lugares de belleza natural -y aderezados por tradiciones absurdas (valga la redundancia)- hacen su función sin alardes.
Se resume pues en una debilidad de planteamiento, que se ve agravada con algún salto temporal propio de aficionado de la videocámara -con escaso criterio y sentido, todo lo más el presumible ánimo de dar una lectura posterior en el tiempo- donde sólo contemplativos pacientes podrán gozar con tanta calma