El cine fantástico se ha caracterizado en numerosas ocasiones por ser un reflejo distorsionado de su tiempo, un subterfugio para hablar de otros temas sin abordarlos directamente bien para burlar la censura, bien para mostrar de forma extrema y descontrolada las consecuencias de dichos contenidos.
Así, en los años 50 la paranoia de la guerra fría y el miedo al invasor rojo fue traducido en el género de la ciencia-ficción con una oleada de producciones sobre invasores alienígenas a la conquista de la humanidad tales como Ultimatum a la Tierra (The Day that the Earth Stood Still, 1960), It came from the Outher Space (Idem, 1953) o La guerra de los Mundos (War of the Worlds, 1953).
De entre las muchas características que dichos films tenían en común, una de ellas solía ser la poca entidad de sus protagonistas humanos, perfectamente anónimos e intercambiables que eran eclipsados fácilmente por sus adversarios extraterrestres en la mente del espectador. Así era al menos hasta la aparición del profesor Bernard Quatermass.
Un experimento de éxito
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La paternidad del personaje que nos ocupa es responsabilidad de un hombre: Nigel Kneale, guionista que habia creado para la BBC El experimento de Dr. Quatermass (The Quatermass experiment, 1953), un serial de seis episodios que supuso un gran éxito, tanto que llamó la atención de la productora Hammer (la cual pasaba entonces por una crisis que la ponía cercana a la bancarrota) que rápidamente compro los derechos cara a una versión fílmica que fue encomendada al director Val Guest. Junto a Richard Landau redacto un guión que respetaba a grandes rasgos el argumento de la serie, en la cual se narraba la caída a la Tierra de un cohete espacial enviado en misión de exploración a los límites de la Vía Láctea con el balance de un único superviviente, el cosmonauta Victor Carroon (Richard Wordsworth) que es puesto en cuarentena a la vista de las metamorfosis que parece estar padeciendo.
Mientras el profesor Bernard Quatermass (Brian Donlevy), jefe del proyecto, investigaba los hechos llegando a la escalofriante conclusión de que una forma de vida alienígena había tomado posesión del cuerpo del cosmonauta, éste consigue burlar a sus captores e inicia un reguero de muertes transmutándose en una criatura viscosa que finalmente será destruida in extremis (impidiendo que esta cumpla su ciclo reproductivo) por el científico en la abadía de Westmister.