Al principio eran los aliens
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Aunque Kneale produciría un tercer serial sobre el personaje en 1958 la inevitable tercera entrega fílmica se haría esperar. En concreto hasta ¿Qué sucedió entonces? (Quatermass and the Pit, 1967), guionizada por Kneale aunque con Val Guest y Brian Donlevy, ocupados con otros compromisos, sustituidos por Roy Ward Baker (en su primera colaboración para la Hammer) y Andrew Keir respectivamente.
La historia se inicia con el descubrimiento en el transcurso de unas obras en el metro de Londres de una serie de extraños restos humanos junto a un misterioso artefacto metálico de gran tamaño. La naturaleza del mismo es causa de discusión entre los investigadores, divididos entre los que creen se trata de una bomba alemana de la IIª Guerra Mundial, lo que provoca la aparición del ejercito capitaneado por el escéptico coronel Been (Julian Glover) y aquellos, con Quatermass a la cabeza creen se trata de una nave extraterrestre que llego a nuestro planeta hace milenios. Ayudado por una pareja de arqueólogos formada por el Dr. Rodney (James Donald) y su ayudante Barbara comenzará a investigar una serie de extraños fenómenos que vienen sucediéndose desde el descubrimiento del artefacto para desembocar en un final apocalíptico donde los insectoides alienígenas, transformados en una enorme figura energética, provocarán una destrucción de grandes dimensiones en la capital británica, controlando además a parte de la población e incitándola a exterminar a aquellos que no han caído bajo su influencia, situación que únicamente consigue resolverse gracias al sacrificio del Dr. Rodney.
Esta tercera entrega, la primera a color, ofrecía un resultado sobresaliente que la situaba, apostando de nuevo además por la no repetición de un único esquema, a la altura de las dos entregas precedentes, si bien hay que señalar que la película se caracteriza por un tono distinto frente al ya conocido. Si las aventuras de Quatermass se habían inscrito hasta entonces en el plano de la ciencia-ficción pura y dura aquí lo cierto es que nos encontramos con un film que pertenece más al género del terror. Una sensibilidad distinta, debida mas que posiblemente al cambio de director, patente en el desarrollo de la trama donde las apariciones fantasmales o las referencias al diablo y las supersticiones sobrenaturales van siendo enlazadas con la figura de los alienígenas. Sin embargo la ciencia-ficción aún sigue teniendo un componente importante no solo en el espectacular climax, homenajeado años después por Tobe Hooper en su Lifeforce (Idem, 1985) sino en la idea de que la raza humana sea el posible resultado de los experimentos llevados a cabo por dichos seres en la prehistoria, adelantándose así al Stanley Kubrick de 2001: Una odisea en el espacio (2001: a Space Odissey 1968).
De nuevo las andanzas del doctor resultaron un gran éxito, dando lugar a unos de los títulos fundamentales en toda antología de cine fantástico que se precie.