"Kung Fu Panda 2" no es ninguna obra maestra pero, como las recientes "Megamind" y "Cómo entrenar a tu dragón", permite albergar la esperanza de que a la vuelta de la esquina pueda hallarse una gran película de animación con la firma de DreamWorks.
Nos encontramos de nuevo, como en Kung Fu Panda (2008), en la China milenaria. Aunque el panda Po ha dominado ya las técnicas del kung fu que le hicieron digno de luchar contra la injusticia como integrante de Los Cinco Furiosos, le queda por aprender la lección que atañe a su paz interior, perturbada por las incógnitas en torno a su nacimiento y a su adopción por el señor Ping.
Pero Po habrá de conjugar esa misión existencial con otra de mucho mayor alcance: detener al diabólico Lord Shen, que pretende conquistar China con la ayuda nada sutil de la pólvora. ¿Podrá el kung fu que practican Po y sus amigos con una tecnología ideada para acabar precisamente con la nobleza del combate cuerpo a cuerpo, con el kung fu?
Nos hemos cebado en varias ocasiones con la escasa calidad de las realizaciones animadas de DreamWorks. Las sagas Shrek y Madagascar han sido ejemplos irritantes de una concepción torticera de la animación y hasta del cine comercial, con sus efectos digitales tan facilones como baratos, sus historias rancias, su humor histérico, preescolar, y su enfermiza referencialidad pop, que subrayaba su condición de productos con fecha de caducidad.
Sin embargo, tanto DreamWorks como Blue Sky parecen haber comprendido que también se puede hacer dinero demostrando amor por la animación y el cine, como predica Pixar. O, quizás, llevar unos cuantos años en el sector está haciendo que, de manera natural, ambos estudios aspiren a una mayor calidad. El caso es que, por ceñirnos a DreamWorks, producciones recientes como la propia Kung Fu Panda, Megamind (2010) y Cómo entrenar a tu dragón (2010) han brindado al público algo más que entretenimiento de usar y tirar.
Es el caso asimismo de Kung Fu Panda 2. No puede negarse que la película carece de alma; que en el relato brillan por su ausencia la originalidad, la capacidad de sorpresa y la fluidez; que Po continúa siendo un protagonista incómodo, debido a sus satisfechas torpeza y estupidez; que el dinamismo compulsivo de las imágenes es epidérmico y a veces contraproducente…
Pero la ópera prima como directora de Jennifer Yuh, técnico con amplia y variada experiencia en el seno de DreamWorks, es deslumbrante a nivel visual y, a veces, argumental: el empleo del formato panorámico y el montaje es elegante. Hay un mimo obvio en lo referido a la iluminación y las texturas. Apabulla la minuciosa concreción escenográfica de la China histórica y artística.
Se hace gala de diversos registros formales, que nos remiten en el prólogo y los flashbacks a tradiciones animadas previas, y que propician un paralelismo reflexivo entre los valores respectivos ¿y compatibles? del Kung Fu/la animación artesana y la pólvora/la animación digital. El diseño del villano, a lo que contribuye la voz de Gary Oldman, es magnífico. Y no falta la filiación confiada y agradecida con un clásico, Bambi (1942).
Más aun, como ya consiguiesen en la primera película, los guionistas Jonathan Aibel, Glenn Berger y Robert Koo han sabido hacer honor al género en que se inscribe Kung Fu Panda 2, el wǔxiá, manejando con dignidad sus constantes y estableciendo resonancias pertinentes con títulos de culto como El círculo de hierro (Richard Moore, 1978) y Érase una vez en China (Tsui Hark, 1991).
¿Es Kung Fu Panda 2 una gran película de animación? No. ¿Permite albergar la esperanza de que a la vuelta de la esquina pueda hallarse una gran película de animación con la firma de DreamWorks? Sí.