Almas condenadas está plagada de giros absurdos, pistas equívocas y una ristra de personajes torturados que no infunden respeto alguno.
Aún reciente el estreno de la última y meritoria entrega de su saga Scream, Wes Craven estrena Almas condenadas, cronológicamente anterior al mencionado cuarto jalón del slasher adolescente y posterior a su cinta de homenaje a la modesta serie B, Vuelo nocturno. Desde ésta, ha transcurrido un lustro en el que Craven se ha dedicado a producir con excelentes resultados las actualizaciones pertinentes de dos de sus filmes más lejanos, Las colinas tienen ojos o La última casa a la izquierda. Aparentemente, este plazo de cinco años no le ha servido a Craven para elaborar una cinta sostenible y, sin embargo, sí se ha mostrado inspirado en retomar su última franquicia de éxito.
Scream podría compararse a lo que supuso Pesadilla en Elm Street en el momento de su estreno, puesto que ambas series han erigido un personaje asesino hoy legendario y han supuesto, cada una en su pertinente época, nuevos y refrescantes aires en el panorama del cine de terror teenager. Almas condenadas, por el contrario, podría asimilarse a aquel despropósito llamado La maldición, que si bien vertía un puñado de buenas ideas, todas ellas eran estrepitosamente desaprovechadas por el realizador. No en vano, se estrena con más de medio año de retraso y, suponemos, ha logrado cabida veraniega gracias a un mínimo éxito de crítica y público con su regreso a la dirección de las andanzas del asesino enmascarado más conversador y cinéfilo de la historia del cine.
Almas condenadas(o por su título original, My soul to take) se centra en un grupo de adolescentes, a cual más desquiciado, que nacieron exactamente el día en el que un asesino en serie fue herido de muerte por la policía local. La leyenda maldita del pueblo de los muchachos dicta que uno de ellos -o quizás todos- han heredado el espíritu mutilador del psicópata fallecido. El día del aniversario de estos jóvenes es el inicio de sus propias muertes, ejecutadas con toda crueldad sanguinaria. Pero ¿a manos de quién?
La cinta podría destacar por el funcionamiento de una buena atmósfera que bascula entre lo paranormal y lo terrorífico. También es plausible que el guión, escrito por el propio realizador (lo que daba lugar a cierta confianza) fuera redactado con cierta iluminación. Incluso, la repetición de elementos a los que nos tiene ya acostumbrados Craven es saludable: niños y niñas de instituto, un pequeño pueblo estadounidense de esos en los que se encierran secretos en cada recoveco, un asesino dispuesto a desmenuzar carne fresca que aparece en los momentos más inesperados... Sabemos que Craven suele saber lo que maneja y, aunque suene todo a refrito de su propia labor previa, casi siempre se le puede atribuir cierta inventiva.
Pero la clave está en ese “casi siempre” porque lo que aquí tenemos es una propuesta espantosa e inerte que no sabe encontrar tono en todo lo que plantea. Plagada de giros absurdos, pistas equívocas y una ristra de personajes torturados que no infunden respeto alguno, Almas condenadas es seguramente el filme más débil en toda la carrera de Craven, además de tratarse de la obra más tomada en serio por el realizador, algo insólito y diametralmente opuesto a lo acontecido en la divertida y estilizada Scream 4.
Empezando por una narración esperpéntica que no encuentra maridaje sólido con lo que sucede en pantalla y acabando con unos planteamientos imposibles en cuanto a su contextualización y personajes, todo resuena a broma barata e infinitamente pesada en la que ni siquiera logra un funcional entretenimiento del que pueda gozar el aficionado.