La sensación de estar viendo la misma historia de siempre –pero contada sin ninguna chispa y sin prácticamente situaciones humorísticas reseñables– asalta desde el primer minuto.
Una joven abogada se ve en la duda de si recuperar a un antiguo amor –con quien no llegó a concretar nada unos años atrás–, aunque ello destroce el futuro matrimonio de su mejor amiga con el individuo en cuestión. Debatiéndose entre la traición y la consecución de sus objetivos románticos, Algo prestado irá dando bandazos mientras nos muestra las vicisitudes de esta mujer indecisa a quien las circunstancias no servirán de excesiva ayuda.
No nos engañemos: estamos ante un argumento muy simple –que, eso sí, se alarga hasta rozar dos insoportables horas– que sólo contentará a los seguidores de las comedias románticas menos elaboradas. Abundan los estereotipos y los tópicos, y poco novedoso hay en los enredos y casualidades que van decorando tan endeble trama. De hecho, la sensación de estar viendo la misma historia de siempre –pero contada sin ninguna chispa y sin prácticamente situaciones humorísticas reseñables– asalta desde el primer minuto de proyección.
En el haber de Luke Greenfield, director de este producto tan predecible, anodino e inofensivo, se cuentan títulos tan rechazables como Estoy hecho un animal o La vecina de al lado, que ya dejaban constancia del poco interés del realizador por escapar de las concesiones a la taquilla, buscando elaborar estrenos comerciales que le reporten sus lógicos beneficios. Aquí no se esconde que el público potencial es el femenino, utilizando a una sobreactuada Kate Hudson bastante encasillada en este subgénero merced a cintas donde ya ha dejado buena muestra de su histrionismo, tales como Guerra de novias o Como locos... a por el oro.
Entre lo poco salvable contaríamos a John Krasinski, que logra dotar de algo de entidad al personaje que hace las veces de Pepito Grillo particular de la protagonista. Tampoco hay que desdeñar la transparencia de lo que se nos está ofreciendo, ya que desde el principio el espectador intuye bien por dónde van a ir los tiros y es libre de huir de la sala de proyección.
Ahora bien, lo que no se pueden perdonar es el resto de sus defectos, a los que cabe sumar que alargue hasta la nausea su trama sin que medie una mínima empatía con sus personajes, rematando la faena con unas conclusiones cuestionables: si reflexionamos sobre ello, los personajes que terminan por conseguir lo que quieren no se han comportado del todo bien desde un punto de vista moral...