Quizá ni los fans más irredentos del actor puedan defender al cien por cien un producto que da prioridad a la investigación policial chusca antes que a la acción.
Un asesino de policías londinenses se verá perseguido por un policía duro interpretado por Jason Statham en esta cinta de acción dirigida por Elliott Lester, con guión de Nathan Parker y basado en una de las novelas surgidas de la pluma de Ken Bruen, bastante conocidas en el Reino Unido.
La presencia de Statham encabezando el reparto deja pocas dudas sobre el tipo de público que disfrutará más con una historia como la que nos presenta Blitz –sobrenombre del mentado asesino–: aquellos seguidores del intérprete que ya estén acostumbrados a verlo en los filmes de acción donde el inglés se mueve como pez en el agua repartiendo golpes (véanse las sagas de Transporter y Crank, así como Death race, Los mercenarios o The mechanic).
En este movido producto a mayor gloria de su protagonista se detectan referencias y homenajes a otros tipos duros de la gran pantalla, desde el Harry Callahan a quien diera vida en repetidas ocasiones Clint Eastwood hasta otros justicieros implacables encarnados en su día por Charles Bronson o Sylvester Stallone. Eso sin olvidarnos de Bruce Willis, de quien siempre se señala que Statham es heredero, debido principalmente a sus similares dotes interpretativas y al tipo de personajes en cuya piel se meten.
Sin embargo, quizá ni los fans más irredentos del actor puedan defender al cien por cien un producto que da prioridad a la investigación policial chusca –los procedimientos científicos empleados son de risa– antes que a la acción, y que ofrece un completo catálogo de tópicos mil veces vistos en este tipo de cine (la chulería y demás clichés del personaje principal, el asesino pasado de rosca, los secundarios diseñados para cumplir descaradamente con un rol muy específico y claro...).
A la falta de escenas algo más ágiles hay que añadir la incongruencia y la torpeza en el desarrollo de la trama de suspense, el deficiente ritmo del conjunto –pleno de altibajos– y lo irritante que resulta tanta frase lapidaria en boca de Statham, convirtiendo un posible vehículo de lucimiento suyo en un mero pasatiempo únicamente recomendable para espectadores con las neuronas ya de vacaciones.