Me entenderán mucho mejor aquellos a los que el musical les produzca una lógica urticaria. Que el cine tenga que convertirse en un espectáculo circense, en un concierto en que caritas afamadas ejerzan con claro intrusismo de cantantes para contarnos vete a saber qué estupideces, es algo que supera lo humanamente soportable. Es cierto que la historia del cine tiene grandes clásicos en que entonando sensaciones consiguieron fusiones decentes o incluso memorables. Que recientemente Moulin Rouge consiguiera un cuento de dibujos animados con una banda sonora más que simpática. Pero de ahí a contarnos una historia de fama volátil, de sensacionalismo en Chicago a ritmo verbenero, y rodearla de tres cientas nominaciones por tener caritas con persencia mediática, media un abismo que convierte esta edición de los Oscar en un esperpento a ritmo de bombo y platillo.
Analizando a los sujetos de esta farsa que entre sonrisas han llegado al generoso repertorio de opciones de premio, tenemos a un Richard Gere al que si su parálisis facial congénita no le impidió ser actor, no le impide ahora pasearse por la tercera edad luciendo voz de seductor perturbado. Catherine aporta la mejor voz de las estrellas, con sus caderas en movimiento por más que la cámara y la ancha pantalla de cine no consigan el milagro de abarcarlas y tenerlas metidas en pantalla. Y finalmente la Renee Zellweger, que ni con diario de Bridget Jones ha conseguido que el público memorice su apellido, y que aquí debería lograr que alguien deje de intentarlo.
Pero poco importa todo esto, que los números musicales no tengan un ápice de gracia o aliciente, que el guión -para cuando lo permiten las anodinas canciones- nos haga reflexionar sobre cómo un hombre que se apellida "Condón", no es capaz de encarar la vida con más chispa, o finalmente, que el fin sea algo que se alarga mucho, y que allí nos dé un espacio para hacer una fácil comparación: la fama injustificada, fácil, volátil y de altas subidas y grandes bajadas, esa que se cuenta en esta película, es la historia de ella en sí misma. Ojalá la ceremonia final lo rubricara dándoles una lección de coherencia.
Y sin cancioncitas.