Puede que la idea inicial de Lasseter fuese magnífica, pero se ha malogrado al encajarla en un arquetipo narrativo muy manoseado.
Cuando hace dos años Pixar anunció que iba a realizar una secuela de su película más rentable, Cars (2006), supimos que algo había cambiado en la filosofía de este estudio de animación que ya lleva 25 años haciendo obras de arte. La regla no escrita de evitar las secuelas excepto de su cinta fundacional, Toy Story (1995), se rompía en plena crisis económica, quizá motivo principal de la decisión, obtener un beneficio sin riesgos a costa del muy querido por los chavales Rayo McQueen.
Lástima que John Lasseter y su equipo hayan dejado en estas dos décadas y media el listón tan alto y que la competencia, sobre todo DreamWorks, haya sabido alcanzar algunos de los hitos que caracterizan sus obras. Ahora cualquier película simplemente buena de Pixar nos parece vulgar, así nos tienen acostumbrados los creadores de maravillas como Bichos (1998), Monstruos S.A. (2001), Buscando a Nemo (2003), Los Increíbles (2004), Ratatouille (2007), Wall-E (2008) y Up (2009), sin contar las tres partes de la ya mencionada saga de Toy Story. Ahí es nada.
Cars 2 evita la originalidad que ha caracterizado a Pixar o al menos la capacidad para adaptar con increíble habilidad temas de adultos en películas para niños. En esta ocasión, el Lasseter director se pliega a dos hechos muy recurrentes en el cine comercial: la estructura de thriller de acción en la estela de los Bond, Bourne y demás agentes especiales; y la excusa argumental para visitar varios escenarios diferentes (dicho esto con humor al tratarse de una película de animación) para dotar de cierto exotismo al resultado final.
Tal es la anomalía narrativa aplicada a los personajes de Cars que el protagonismo no recae en Rayo McQueen, que tiene una participación en la trama más bien tangencial, sino su amigo el torpe y bonachón Mate. Ni siquiera se han atrevido los guionistas a trazar un arco dramático interesante para el héroe de Cars, no vaya a ser que la venta de merchandising decaiga. Todo el peso de la acción recae en el amigo Mate, al que sí pueden hacerle recorrer un viaje iniciático desde su bondad y torpeza inicial hasta posiciones más maduras, incluyendo una crisis de amistad con Rayo, su amigo del alma.
Puede que la idea inicial de Lasseter fuese magnífica, una carrera por distintos países del mundo para confrontar costumbres automovilísticas y jugar con el diseño de coches-personajes de distintas nacionalidades, pero se ha malogrado al encajarla en un arquetipo narrativo muy manoseado y que da la sensación de ser un poco ajeno al espíritu de la película original.