Si lo que se espera en una película de estas características es la presencia de los elementos básicos del cómic, no cabe duda de que podríamos hablar de una adaptación de manual.
En estos tiempos en que los superhéroes de Marvel Comics adaptados a la gran pantalla se encuentran en una situación insólita, sumando éxitos de crítica y público prácticamente a cada nueva entrega y encarrilando parte de sus historias hacia unos Vengadores muy prometedores, no cuesta demasiado imaginar a la competencia devanándose los sesos y rebuscando en sus bolsillos para lograr igualar las marcas de sus máximos rivales.
Y es que en las décadas de los años 80 y 90 DC Comics siempre había ido por delante en el marcador de adaptaciones a cine gracias a las franquicias de Superman y Batman, pero de un tiempo a esta parte sólo el Caballero Oscuro visionado por Christopher Nolan aguanta el tirón de las creaciones marvelitas de Stan Lee, Jack Kirby, Steve Ditko y alguno más, que por fin han encontrado el camino para ofrecer productos de calidad, entretenidos y aptos tanto para las grandes masas como para los frikis más irredentos.
En este contexto llega Green Lantern, traslación al cine de un superhéroe nacido en 1940 que tres lustros más tarde experimentaría un relanzamiento encarnado en un alter ego distinto: Hal Jordan, piloto de pruebas impetuoso, imprevisible y terco que sería elegido por un cuerpo intergaláctico de justicieros para intentar mantener la paz y servir a la justicia en el sector espacial 2814, correspondiente a la Tierra. Su herramienta básica de trabajo sería un anillo verde capaz de dar forma a los pensamientos de su portador, y merced al cual el protagonista debería ser capaz de demostrar estar a la altura de tan altas expectativas.
Si lo que se espera en una película de estas características es la presencia de los elementos básicos del cómic, no cabe duda de que podríamos hablar de una adaptación de manual. Al interés romántico por Carol Ferris se une la presencia de villanos como Hector Hammond y Parallax, más alguno por venir aún: la secuencia posterior a los títulos de crédito finales satisfará a más de un lector que haya contemplado suspicaz al duro Sinestro. Tampoco falla el contexto: ahí están Coast City, el planeta Oa y tantos otros elementos de ciencia ficción que ayudaron a convertir a este superhéroe en un icono atemporal.
Sin embargo, las carencias de la cinta son palpables desde los primeros minutos de metraje. En su afán por abarcarlo casi todo –y por dar cabida a tantos detalles y personajes– se resiente la credibilidad, pasando de una trama a otra y de un villano a otro sin demasiada solución de continuidad, y echando mano de explicaciones bastante peregrinas. Además, a fuerza de no contar con suficientes minutos para que podamos empatizar con ningún personaje, el filme se torna atropellado e impersonal, desaprovechando a buenos actores (Tim Robbins, Peter Sarsgaard, Mark Strong) y eliminando toda la química que pudiera haber existido entre Ryan Reynolds y Blake Lively, protagonistas de un romance que existe para rellenar minutos adicionales.
A la falta de profundidad en lo narrado se suma una dirección torpe por parte de un poco motivado Martin Campbell (La máscara del Zorro, Casino Royale), unos efectos especiales discretos –cuando no directamente irrisorios y chillones–, así como incongruencias argumentales que claman al cielo: se elige a un desmesurado villano final al que hay que hay que derrotar, pero luego se nos quiere contentar con una resolución anticlimática y poco trabajada, que no se corresponde en absoluto con la importancia de dicho oponente en el esquema de las cosas (y máxime si nuestro protagonista es un novato en esas lides). En ese sentido, más de uno ha visto similitudes con la también fallida Los 4 Fantásticos y Silver Surfer.
En resumidas cuentas, y aunque se quiera presumir de éxito –ya se planea la secuela, pese al relativo fracaso en la taquilla estadounidense–, en fechas recientes hemos visto adaptaciones mucho más acertadas de superhéroes clásicos (El increíble Hulk, Iron Man, Thor, Capitán América) que obviamente han sabido combinar ideas, talento, voluntad y presupuesto, cuidando detalles que se echan en falta en esta película del Guerrero Esmeralda, condenada sin remedio a sumirse en el olvido dentro de unos pocos meses.