Una de las mejores realizaciones de Takashi Miike, cineasta del que se han estrenado en nuestro país muy pocas películas.
Remake de la cinta de Eiichi Kudo Jûsan-nin no shikaku (1963), 13 asesinos cuenta la lucha sin cuartel en la Japón de 1844 entre las tropas de un noble disoluto y doce desarrapados a las órdenes de un samurai que no está dispuesto a seguir tolerando los desmanes del amo y señor de la región.
Que se estrene en nuestro país 13 asesinos es una gran noticia. Salvo error por nuestra parte, no se distribuía en las salas comerciales españolas ninguna película de su muy prolífico director, Takashi Miike, desde la experimental Big Bang Love, Juvenile A (2006), a la que precedieron únicamente Llamada perdida (2003) y Audition (1999). Teniendo en cuenta que Miike cuenta en su haber con unos ochenta títulos, y que está unánimemente considerado uno de los directores japoneses más interesantes en activo, 13 asesinos constituye una cita obligada para el cinéfilo.
Y más, teniendo en cuenta que se trata de una de sus mejores realizaciones. La filmografía de Miike es tan extensa y variada, que resulta labor ardua tanto el escribir sobre ella con conocimiento de causa como el condensar tales reflexiones en dos párrafos. En cualquier caso, puede afirmarse que nos hallamos ante un revitalizador compulsivo del cine de género a través de la exacerbación desprejuiciada de sus constantes argumentales; incluyendo un recurso libérrimo a lo bizarro, a escabrosidades gráficas y al gore, que le ha ganado la fidelidad de la parroquia modernita aunque haya delatado hace tiempo su agotamiento expresivo.
En los últimos años, Miike ha encontrado acomodo en el ámbito del cine comercial nipón. Lo que se ha traducido, obviamente, en cierta normalización de su obra, pero también en ejercicios de revisionismo más sutiles y maduros, que manifiestan por otra parte un dominio envidiable como puro cineasta en registros tan diferentes como el western referencial (Sukiyaki Western Django, 2007), el puro cómic (Yatterman, 2009) o el chanbara de 13 asesinos.
Una película disfrutable como odisea grave, crepuscular y violenta con ecos de Akira Kurosawa y Sam Peckinpah, que se toma su tiempo para que calen en el espectador las ricas reflexiones sobre las servidumbres de cualquier orden social y lo incómodo hoy como ayer de ciertos valores que jalonan la reescritura del guión original de Kaneo Ikegami por parte de Daisuke Tengan (hijo mayor de Shohei Imamura, que ya colaborase con Miike en Imprint y la citada Audition); y, por tanto, para que los últimos y soberbios cuarenta y cinco minutos de batalla nos dejen sin aliento a nivel sensitivo, pero también emocional.
Sin embargo, el personaje del sádico Lord Naritsugu Matsudaira introduce un segundo nivel de lectura plenamente contemporáneo. La actitud alienada de Matsudaira frente a lo que sucede no deja de ser una incómoda requisitoria a las expectativas del público, a nuestras ansias de aventuras espectaculares que palien nuestro aburrimiento. Un apunte que termina de enriquecer una de las películas más atractivas que podréis ver este verano en los cines.