Viene de un cómic, cuenta con un clásico de todos los tiempos como Ford, y con la chica-sexy del momento que de las series ha pasado al cine y ha sobrevivido a fenómenos como Megan Fox. Aún así, Cowboys&Aliens, por mucho que sea un producto de su tiempo diseñado con todos los elementos para funcionar, sucumbe en taquilla ante, ni más ni menos, los Pitufos. Y Ford sentencia: “menos mal que los Teleñecos no se estrena hasta noviembre, si no desaparecería del cartel”.

Así están las cosas. Las 3D, las adaptaciones del cómic, etcétera, son solo filones que tienen algo de productor husmeando rentabilidad y de prueba y error. Zemeckis se retira del cine animado porque ahí tampoco saca ya lo que sacaba, y quien crea por tanto que a base de adaptaciones para niños y cine familiar asegura venta de entrada (especialmente jugoso porque ahí suelen acudir padres e hijos, convirtiendo progresivamente el cine en una función escolar) que se mantenga atento a una regla: las modas cambian. Antes o después, se habrá agotado el filón y tocará buscar otro género.

Es comprensible que entre todos estos fenómenos que se suceden con menos orden de lo que la ‘industria’ pretende, quien acuda con excesiva regularidad al cine acabe demonizando su desmedida afición. Porque frente al cinéfilo está ese espectador que le irrita con sus preguntas del tipo “¿cómo, que rehacen Spiderman?”, “¿habrá tercera de Batman?”, “¿sigue Harrison Ford vivo?”, y que con sus visitas esporádicas y sobremesas aburridas frente al televisor tiene más opciones de no perder tiempo de sus vidas viendo películas que no merecen especial atención.

En realidad hay un número máximo de cine-cómic, cine-animado, cine de chico-conoce chica, cine documental-didáctico-salvapatrias que puede digerirse para cualquier ser humano, motivo último porque hasta el más entusiasta de los espectadores acaba maldiciendo lo que le toca presenciar.

Ahora bien, si cada cierto tiempo el ultra cinéfilo abandona y durante unas semanas deja de acudir a la sala, deja de entregarse a cualquier largometraje abandonado en medio de la publicidad televisiva, y opta por respirar oxígeno fuera de semejante entorno de recurrencias argumentales, gran parte de las veces todo vuelve a ser posible: cintas que habría visto con cinismo demuestran un lado honesto, chicas que se enamoran-desenamoran-reenamoran del chico de gimnasio ya no parecen tan necias, sino que es fácil fijarse solo en sus enormes… ojos, animales antropomórficos buscando salvar a su especie e ilustrar a niños de piernas inquietas parecen de nuevo simpáticos…

Por tanto, es fácil colegir que nada más sano para un cinéfilo que dejar de ver cine de vez en cuando. Y de leer sobre cine, y de escribir sobre cine…