No engaña, ofreciendo un producto dirigido principalmente a un público familiar que pase por alto el bochorno que produce ver a los animales hablar con acentos extraños.
Griffin Keyes es el bondadoso cuidador de un zoo norteamericano que trata de volver a conquistar a la mujer a quien un día propuso matrimonio sin éxito. Para ello decide abandonar su trabajo y lograr otro más digno a los ojos de su amada. Sin embargo, los animales del zoológico no desean perder de vista a una persona con la que están tan a gusto, y tomarán una drástica decisión: romper su código de silencio –han sabido hablar siempre, pero lo mantenían en secreto– para revelarle los secretos del cortejo dentro de distintas especies, con vistas a conseguir que Griffin acabe casándose con la dama de sus sueños sin tener que dejarles en la estacada a ellos.
Zooloco es uno de esos estrenos que no engaña, ofreciendo un producto dirigido principalmente a un público familiar que pase por alto el bochorno que produce ver a los animales hablar con acentos extraños (en esta ocasión José Mota se hace realmente cargante, haciéndonos desear escuchar la versión original con Nick Nolte, Sylvester Stallone, Cher y otras figuras poniendo voz a los residentes del zoo).
Además, estamos ante un guión que en apenas cinco minutos de planteamiento ha descubierto todas sus cartas, no dejando dudas sobre cómo terminará, pero con cien anodinos minutos que soportar como buenamente se puedan hasta llegar a dicha conclusión. Ni el director Frank Coraci –El aguador, La vuelta al mundo en 80 días, Click– ni los ¡ocho! guionistas de esta cinta han sabido insuflar vida a una historia infantil, predecible y ñoña que desaprovecha vilmente a un secundario con posibilidades como el interpretado por Ken Jeong, y que poco imaginativamente vuelve a darle a Rosario Dawson el mismo papel en que casi siempre la hemos visto.
Por su parte, Kevin James se esfuerza a la desesperada por ascender algún peldaño en su carrera y acortar distancias con sus amigos Vince Vaughn (con quien trabajó recientemente en ¡Qué dilema! o Adam Sandler, pero al contrario que ellos el actor de Niños grandes u Os declaro marido y marido carece del carisma o la vis cómica necesarios para hacer soportable un producto de estas características.
Así pues, aburrida comedia romántica con animales parlanchines que apenas cuenta con unas pocas frases realmente graciosas. Viendo el resultado, resulta infinitamente más trepidante, divertido y breve cualquier episodio de la recomendable serie televisiva de animación Los pingüinos de Madagascar.