Una película que se limita a disponer en pantalla western y ciencia ficción, con fe ciega en que el encantamiento derivado del encuentro entre ambos géneros se produzca por sí solo.
Hace pocas fechas, el premio Nobel de economía Paul Krugman afirmaba irónicamente en la CNN que la única manera de solucionar a estas alturas la recesión económica norteamericana sería el anuncio de que una invasión alienígena se cierne sobre la Tierra. Para Krugman, "la amenaza extraterrestre obligaría a efectuar inversiones masivas para contrarrestarla, nadie consideraría el déficit y la inflación problemas importantes, y la crisis terminaría en año y medio".
Resulta curioso que, desde hace un tiempo, Hollywood esté apelando al mismo factor exógeno como estimulante comercial, con una lluvia de producciones que incluye Falling Skies, Invasión a la Tierra, Monsters y Skyline; un factor que en Cowboys & Aliens alcanza considerables cotas alegóricas, al pretender la revitalización de un género tan estadounidense y agotado como el de las películas del Oeste.
De hecho, esta adaptación de la novela gráfica homónima de Scott Mitchell Rosenberg arranca poniéndonos en la piel de un protagonista (interpretado por Daniel Craig) que despierta amnésico en el Nuevo Méjico de 1873; un protagonista con mucho de todos aquellos tipos sin nombre ni pasado que poblaron el western en su fase crepuscular. A través de sus ojos alerta iremos descubriendo un universo sombrío, espectral, que va perfilando sus contornos arquetípicos con calma: un pueblo llamado no por casualidad Absolución, ganaderos sin escrúpulos y sheriffs timoratos, carteles de Se busca y mujeres tan aguerridas como atractivas...
La aparición de unos feroces extraterrestres que explotan los filones de oro de la región y abducen a seres humanos para experimentar con ellos, propiciará la recuperación progresiva de la escenografía más tradicional del western —enaltecimiento de la camaradería y lo filial, indios, bandas de forajidos y exteriores paisajísticos—; una suerte de viaje desde el presente ruinoso del género a su pasado quimérico, dorado... literal y metafóricamente.
Pero el problema de Cowboys & Aliens es el mismo que el de Barack Obama: a diferencia de lo que supo hacer Franklin Delano Roosevelt con el New Deal, el actual presidente norteamericano está siendo incapaz de promulgar nuevas políticas, nuevos ideales. Obama confía en que lo que nos ha llevado a la catástrofe será capaz de sacarnos de la misma sin más; en que seremos absueltos de nuestros pecados sin purgarlos; en que las cenizas volverán a ser oro gracias a la alquimia, y no a un proceso reflexivo y sacrificado con autocrítica incluida.
De igual manera, la pléyade de supuestos talentos implicados en la escritura, la producción y la realización de Cowboys & Aliens se limita a mezclar western y ciencia ficción con fe ciega en que el encantamiento se produzca por sí solo, a base de técnica y complicidad; sin esfuerzo ni ambición creativa por su parte a la hora de jugar con las constantes de ambos géneros, de cara a generar una sinergia enriquecedora entre ellos y para el público.
No hay en el film de John Favreau sentido de la maravilla, posibilidad de sentirnos inmersos en una ficción que tanto prometía. En Cowboys & Aliens solo vemos a Craig, a Harrison Ford, decorados y efectos especiales, cámara y claqueta, las estrategias rutinarias de un blockbuster. La película es moderadamente entretenida, correcta. Pero eso no es ni mucho menos suficiente, teniendo en cuenta que están atravesando la pantalla cargas a caballo y naves alienígenas. Tan solo la resurrección nocturna de cierto personaje apunta la magia que debiera haber reinado durante todo el metraje.
Claro que, parafraseando a Thomas Edison, la magia no sale de la nada. Debe el 99% de su efecto al trabajo duro. Y eso es lo que no transmiten ni las imágenes de Cowboys & Aliens, ni sus artífices, ni Obama... Parece mejor seguir esperando una solución caída del cielo. Antes, milagros. Ahora, extraterrestres.