Durante doce meses unos cuarenta adolescentes van a ensayar semanalmente para poner en escena una obra de Pina Bausch.
Para los aficionados al cine el nombre de Pina Bausch no resultará conocido. Los más observadores quizá la recuerden por su aparición en Hable con ella (Pedro Almodóvar, 2002) interpretando una de sus obras, en uno de esos insertos teatrales que el director tiene por costumbre incluir a modo de metáfora del argumento de la cinta. Para los aficionados a la danza, Pina Bausch es una de las coreógrafas más importantes de la historia reciente, aquella que renovó la danza introduciendo importantes recursos teatrales y expresionistas en sus obras, una creadora ante la que es muy difícil permanecer insensible.
Dancing Dreams es un documental sobre Pina Bausch que hace gala de la misma creatividad y sensibilidad que la casi ausente protagonista. Sus autores, Rainer Hoffmann y Anne Linsel , huyen de toda referencia biográfica y testimonial, centrándose en mostrar qué supone la danza y en concreto una de sus obras para cualquier persona ajena al mundo del baile.
Durante doce meses unos cuarenta adolescentes van a ensayar semanalmente para poner en escena una obra de Pina Bausch, Kontakthof, de la mano de Josephine y Benedicte. Se han inscrito voluntariamente a esta actividad extraescolar sin saber muy bien qué beneficio les puede reportar. Llama la atención la variedad de sus fisonomías, culturas, formas de ser... estamos en la Alemania actual. Jo y Benedicte dirigirán sus pasos y los ensayos. A los últimos asistirá la propia Pina para tomar alguna decisión y corroborar el trabajo de las profesoras. Jo fue una de las bailarinas que interpretó la obra en su estreno bajo la tutela de Pina.
Las indecisiones, los nervios, las faltas, las correcciones y los abrazos, las inseguridades, la violencia del contacto físico entre desconocidos, la proximidad íntima, los nervios ante la falta de tiempo, la decisión de sacar adelante la obra, el esfuerzo, el compañerismo, la asunción de responsabilidades, la conciliación, la amistad... como en un juego de espejos la interpretación de una obra que habla de nuestros miedos ante los demás, ante el amor e incluso al mismo contacto físico ha convertido un grupo de jóvenes inconexos e inseguros en un grupo cohexionado y coherente, seguros de sí mismos, de sus decisiones, de sus actitudes, de la normalidad en el trato de igual a igual con alguien que es completamente diferente.
Pina observa los ensayos finales con sus ojos escrutadores y su aspecto frágil. Sin apenas gestos perceptibles, sufre y ríe y se emociona al ver a esos chicos representar esa fantasía de sensibilidad y violencia que pergeñó hace muchos años. Pina sabe que su obra va más allá de la representación de unos sentimientos que se fraguaron por una experiencia personal porque sabe que todas las adolescencias fueron, son y serán su adolescencia.
Pina sabe también que su mérito no es que el público disfrute con la escena, con la teatralidad y la visualidad del espectáculo; sabe que su mérito es haber conseguido que esos adolescentes a los que entrega una flor al finalizar la representación, ahora son otras personas. Y esa es la finalidad de cualquier arte.