Que duda cabe que corren buenos tiempos para el género documental. Es una conclusión a la que puede llegarse viendo el imparable influjo de películas documentales que van llegando intermitentemente a nuestras pantallas, y que se explica siempre por la influencia de Michael Moore y el sello que imprimiera en el género, que acerca al público a las salas en busca de su ración de realidad cada vez mayor. Estrenos de gran éxito como Super size me, Fahrenheit 9/11, Capturing de Friedmans o la patria De niños, se erigen como testimonios clave de una sociedad en la que los medios de comunicación ejercen un poder difícil de controlar.
Sería deseable evitar todo tipo de comparaciones al hablar de Memoria del saqueo como crónica de la incompetencia política que asoló a todo un país, algo que ya denunciaba Moore en su propagandística “Fahrenheit 9/11” con la misma fuerza, pero con un estilo radicalmente distinto al utilizado por Fernando Solanas. El cineasta argentino vierte toda su capacidad creativa al servicio del afilado perfil de un país en decadencia, su amada Argentina, país que gozó de un periodo rico antes de que la dictadura militar acabara con la vida y los sueños de mucha gente.
La gestación de la cinta se inició con las primeras caceroladas durante el gobierno de De La Rua en el 2001, momento en el que el pueblo argentino salió espontáneamente a la calle para protestar por la crisis económica del país (el conocido “corralito”).
Fernando Solanas expone a modo de reflexión (en realidad son diez las reflexiones), las causas que llevaron a Argentina a la ruina económica, política y social, desde el endeudamiento externo de la era Alfonsín hasta las privatizaciones de las grandes empresas argentinas de la mano del peor mandatario hasta la fecha, el corrupto Carlos Menem.
A través de la voz en off del propio Solanas, se esclarece con mano firme la corrupción política que ha ido alimentándose con el paso de los años siempre con el apoyo de diversos países que cerraban los ojos y que en palabras del propio directon han convertido la situación en un auténtico “genocidio neoliberal”.
Ante esta posición de denuncia, Solanas alterna imágenes de poderosos organismos (el FMI, los discursos de varios poderosos huéspedes de la Casa Rosada), con la pobreza de las calles de Tucumán, donde los niños mueren de desnutrición ante la desesperación de sus padres y la impasibilidad del resto del mundo.
Con este documental, se nos da una lección impagable mostrando en toda su crudeza el testimonio de una época, sin reprimir en ningún momento la impotencia del pueblo argentino ante tanta traición por parte de los gobernantes. Un duro alegato que debería ser visto por cualquier mortal que se haya sentido estafado alguna vez.