Lejos de ser un alegato tendencioso, El Cairo 678 es un recorrido efectivo que intenta dar valor al género femenino.
El realizador y guionista Mohamed Diab ha logrado realizar su primer largometraje titulado El Cairo 678, en alusión a una línea de autobuses de la capital de Egipto, sobrio título para un filme arriesgado con el que convocar el desafío en el espectador sobre el tema del acoso sexual que sufren las mujeres en el país. Estamos, por lo tanto, ante una obra incómoda cuyos temas adquieren resonancias más graves tratándose de la sociedad árabe.
La obra aprovecha el tirón que supone el anunciar que está basada en hechos reales, epígrafe que siempre apela al interés morboso del público, aunque lo cierto es que podríamos decir que Diab usa la ficción para hablar de una realidad que demuestra tener cerca y conocer profundamente. La historia se centra en los caminos cruzados de tres mujeres egipcias de diferente procedencia que conforman el crisol de condiciones a las que la mujer puede optar en su contexto.
Una de estas tres mujeres, la única con el velo como atributo flagrante, vive dedicada a su marido y al cuidado del hogar, además de mantener un empleo para sobrellevar la unidad familiar. En su camino cotidiano en autobús, la anunciada línea que da nombre a la cinta, la mujer sufre una agresión sexual. Será otra mujer, dedicada a la defensa del asedio femenino, la que aconsejará a la primera que tome medidas. Ésta decidirá emprender la revancha hacia su propio suceso, causando gran revuelo social. La tercera mujer será la primera en la ciudad en presentar una demanda por acoso sexual.
Vista la temática de esta obra-querella, sorprende que una voz árabe haya sido capaz de firmar tamaño grito ante su realidad. Lejos de ser un alegato tendencioso, El Cairo 678 es un recorrido efectivo que intenta dar valor al género femenino, sin caer por ello en la reivindicación facilona. Parte de su mérito recae en las tres actrices principales, quienes consiguen que la audiencia olvide que está viendo el trabajo de unas intérpretes y piense que está ante un documento real.
El logro se ve lastrado sólo por un guión que, pasado el epicentro de la eclosión dramática, juega a ser un producto que, pese a inteligente, mantiene un lúcido entretenimiento de cara al espectador volviéndose previsible y simplista en algunos pasajes. Pese a ello, El Cairo 678 es una de esas propuestas interesantes, y narrativamente elegantes, que dibuja un mordaz retrato contemporáneo de un mundo en el que el dominio y la sumisión se definen por géneros.