La rueda de prensa que ofreció la semana pasada el cineasta Tinieblas González (maravilloso nombre artístico, por cierto, del que pudiera ser nuestro nuevo Jess Franco) lanza otro chorro de ventilación sobre el tan manido asunto de la industria del cine español y sus nunca suficientemente claros tejemanejes.
González se une así a la denuncia casi exacta que ya hizo en su día Hernán Migoya y que no es otra que desvelar las prácticas fraudulentas de las productoras cuando ante la duda de comercializar una película y obtener un pobre o ningún beneficio, prefieren inflar los presupuestos y tirar de favores para quedarse con la sopa boba del dinero de las subvenciones, normalmente pasando por encima del cadáver del cineasta que toque.
Podríamos estar hablando de casos aislados, pero la luz puesta sobre las productoras Iris Star en el caso de Migoya, Alma Ata en el de González o los avisos sobre el productor Salomon Shang, que parece recibir subvenciones periódicas sin que nadie haya visto uno sólo de sus estrenos, encaja demasiado bien con el fenómeno de la emigración de cineastas jóvenes hacia tierras más favorables, es decir, Los Ángeles, a la búsqueda de quién apueste por ellos.
Si añadimos a esto que los que se quedan apenas ruedan y que los que ruedan pertenecen a una generación de cineastas apegados a una serie de temas “políticamente adecuados” con una crisis de espectadores descomunal... la ecuación se resuelve sola: subvenciones sí, pero no así.
Un premio sorprendente, o casi
Entre tinieblas quedó también la sorprendente decisión del jurado del Festival de Cine de San Sebastián de premiar Los pasos dobles de Isaki Lacuesta como mejor película. En una edición que todos los medios han señalado como de gran calidad respecto a las cintas proyectadas ha sorprendido este premio de una que no había recibido muchas alabanzas. Sin embargo, esta decisión puede tener cierto sentido.
En primer lugar, se trata de una película de narrativa poco convencional en la que tiene gran relevancia un artista de renombre internacional, el pintor Miquel Barceló. El prestigio del Festival de San Sebastián en el extranjero es notable, sobre todo en círculos artísticos norteamericanos, baste recordar que uno de sus mayores embajadores es el pintor y cineasta Julian Schnabel y que en más de una ocasión la presentación a los medios del Festival se realiza en su domicilio neoyorquino. En este sentido, encaja la concesión del premio a una película de tales características.
En segundo lugar, el resto de películas españolas presentadas es muy probable que obtengan una gran repercusión en los Goya o el Festival de Cine Español de Málaga. La buena acogida crítica de No habrá paz para los malvados seguro que le hará recibir algún galardón por su factura técnica y su protagonista, un soberbio José Coronado. La nueva cinta de Benito Zambrano, La voz dormida, repercutirá en taquilla debido a la célebre novela de Dulce Chacón en que está basada. En este sentido, en la responsabilidad del jurado presidido por el actor español Juan Diego Botto puede haber hecho mella la necesidad de diversificar el aval comercial que el premio concede a la película ganadora en su recorrido por taquilla.
Unido todo esto a que parece haber una ley de compensación no escrita por la que cada cierto número de años hay que premiar una cinta nacional...
¿Quién se acuerda de...?
Entre las tinieblas del cine de terror y fantasía se desarrolló la carrera cinematográfica del maravilloso actor que fue Vincent Price. Y entre tinieblas ha quedado la celebración del centenario de su nacimiento en 1911, sin que hayamos tenido eco de ningún ciclo, revisión, proyección u homenaje en su memoria.
Vincent Price fue una clase de actor que ya no existe. Exquisito, teatral, hierático, elegante, supersticioso y gran cocinero con varios libros en su haber sobre este tema, estaba dotado de una voz profunda y única a la que sabía envolver con una inquietante atmósfera. Su presencia en films como Los crímenes del museo de cera o La caída de la Casa Usher son responsables de la vocación de decenas de cineastas y artistas, entre ellos, Tim Burton, que le dedicó su primer corto, Vincent. O ser el padre de su Eduardo Manostijeras. O inspirar la voz narradora que Michael Jackson quería en su Thriller.
Esta víctima no te ha olvidado. Gracias, Vincent.