Es natural que Blade haya terminado por enfrentarse cinematográficamente a Drácula. Al fin y al cabo, el cazavampiros nació como secundario en un tebeo creado en 1972 por Marv Wolfman y Gene Colan para la Marvel y protagonizado por el mismísimo Conde, Tomb of Dracula. Al respecto, hay varios guiños en Blade: Trinity: una portada del comic original, el personaje de Hannibal King (Ryan Reynolds), las referencias a Drake… Lástima que el resto del film suponga, más que un homenaje, una injuria contra Blade.
La primera entrega de esta saga, producida en 1998, supuso una renovación en el universo del vampirismo cinematográfico. Los chupasangres, liderados por Deacon Frost –el peor enemigo de Blade, encarnado por un carismático Stephen Dorff; lástima que no haya sido recuperado posteriormente-, eran retratados como ejecutivos ambiciosos y poco respetuosos con la tradición. Blade, a su vez, compartía características con los vampiros y, aunque defendía a los seres humanos, era ajeno a nuestras inquietudes y naturaleza. David Goyer demostró que había hecho los deberes respecto al comic, y se trabajó un guión más o menos coherente; mientras, el director Stephen Norrington supo crear, efectismos aparte, una atmósfera desolada y gélida.
Muy pronto, con Blade 2 (2002), empezó la cuesta abajo. Repetía Goyer como guionista, pero su ocurrencia inicial de que Blade se uniera a los vampiros para combatir a un predador superior daba únicamente para tres o cuatro escenas de acción interminable. El cazavampiros, pésimamente interpretado además por Wesley Snipes, se había convertido en un muñeco de resorte que sólo sabía marcarse frases sentenciosas y poses chulescas. Y la realización de Guillermo del Toro, al que por aquí todo el mundo defendió por eso del chauvinismo latino, contribuía con su mediocridad a que el film hiciese agua por todas partes.
Con Blade: Trinity, que David Goyer acapara como guionista y director, se toca fondo. Ya el prólogo confunde al espectador, que no sabe si se ha metido a ver otra vez-¡Dios mío!- Alien vs. Predator o Resident Evil 2: Apocalypse. La posterior presentación de Blade es idéntica a la de la segunda parte –se recicla de Blade 2 también, desgraciadamente, la idea del "Equipo A" para cazar al gran vampiro, y de Blade un enfrentamiento al aire libre entre los principales antagonistas-. Y los títulos de crédito parecen los de una serie. De hecho, en el film hay algo de episodio piloto, algo de intro y demo para consolas, algo de video musical y algo de anuncio. De cine, casi nada.
En cuanto a la historia, es un despropósito: Los vampiros viajan hasta Siria para liberar el cuerpo de Drácula, con el fin de que su presencia constituya el arma definitiva en la guerra contra los humanos. Por otro lado, consiguen que Blade sea considerado una amenaza pública: ¡Nuestro héroe acaba en comisaría! Es rescatado por dos cazadores de vampiros, uno de los cuales, Abigail (Jessica Biel) resulta ser hija del escudero de Blade, Abraham Whistler (Kris Kristofferson) –cuya presencia, por cierto, no tiene ya ningún sentido-.
El meollo de la película es que los nuevos aliados del cazavampiros pretenden ni más ni menos que extraer sangre a Drácula, y usarla como virus para exterminar a todas las criaturas de la noche. Si esto suena forzado, añádase que las explicaciones a lo largo del film se limitan a gruñidos monosilábicos o frases de una línea, alguna de las cuales incluso corresponde a Wesley Snipes. Y que el film logra presentar la encarnación posiblemente más lamentable de Drácula en muchos años, en dura competencia con la de de Richard Roxburgh en Van Helsing.
En fin, puede que Blade: Trinity satisfaga las expectativas de quienes, apelando al entretenimiento y a la fidelidad hacia el personaje, contribuyen a que una saga sea arrastrada por el fango. Pero los verdaderos aficionados sentirán tristeza ante la manera en que seguramente han concluido las andanzas de Blade en la gran pantalla.