Si con los buenos tiempos afloraron en España los festivales de cine de toda índole, tantos que se podía contar uno casi por cada capital de provincia española, con la recesión económica se está viviendo el fenómeno inverso, la desaparición de muchos de ellos, especialmente aquellos que eran sostenidos por una dotación local o regional más que por una verdadera demanda.
Sin ir más lejos, la Mostra de Valencia ha echado el cierre, e incluso otros modestísimos, como el Festival de Cortometrajes de Ciudad Real, con diecisiete años de historia, se ha visto obligado a hacer un paréntesis hasta el año que viene, a ver qué pasa.
El resto, quitando los históricos como el de San Sebastián y Valladolid, o los temáticos de amplio reconocimiento como el de cine español de Málaga o el de cine fantástico de Sitges, sobrevive como puede, principalmente recortando costes y buscando promotores que ayuden a completar los presupuestos que aportan los distintos gobiernos asociados a la localidad donde suceden.
Un festival de cine puede tener un presupuesto de 1 a 10 millones de euros, la mayoría rondando los dos millones. Las taquillas, merchandising, patrocinios y alquileres de espacios durante la celebración del Festival son los principales ingresos que se pueden conseguir. De la imaginación de sus organizadores depende que estos sean menores o mayores.
Pero, ¿qué sucede en el interior de un festival de cine?
Para un espectador, un Festival de cine sólo es una oportunidad para ver películas que de otro modo sería casi imposible de ver debido a la fagocitación de la cartelera por parte del cine norteamericano.
Para los cineastas, supone la presentación de sus trabajos ante el primer público y la prensa especializada, una posibilidad incluso de corregir algunos errores si los resultados no son buenos y aún no hay cerrada una comercialización de la película. Los más afortunados se pueden llevar algún premio y empujar así la mejor comercialización de sus obras.
Para los distribuidores, además de presentar y publicitar su próximos estrenos, los festivales son una ocasión excelente para hacer algún descubrimiento y contratar algún nuevo título de cara a estrenarlo en la temporada siguiente.
Para los productores, las posibilidades se multiplican. Publicitan sus obras, proponen nuevos proyectos a distribuidores y contactan con actores, directores y otros profesionales a la búsqueda de algún proyecto interesante.
Los Festivales son realmente el mercado o industria del cine, donde se enseña la obra terminada y se fraguan las futuras. Cualquier Festival que, de un modo u otro no cubra esta finalidad y se limite a ser una muestra subvencionada de cine está condenado a morir.